La policía de Nueva Zelanda abandonó el martes su proyecto de patrullas de agentes armados, lanzado tras el atentado de Christchurch el año pasado, por miedo a que favorezca un aumento de la violencia policial.

La policía neozelandesa patrulla las calles sin armas. Pero después de los atentados de marzo de 2019 en dos mezquitas de Christchurch, en las que un supremacista blanco australiano, mató a 51 personas, se había decidido una reforma al respecto para permitir una intervención rápida.

Pero la idea de las patrullas armadas no despertaba el entusiasmo general y había provocado el recelo de los maoríes y las comunidades del Pacífico, las que más se enfrentan normalmente a la policía.

“Basta mirar a Estados Unidos para darse cuenta de que las cosas pueden terminar mal con una policía militarizada”, dijo Marama Davidson, responsable de los Verdes de Nueva Zelanda.

La primera ministra, Jacinda Ardern, también se mostró “totalmente en contra de dar armas de forma sistemática a la policía”.

El martes, el responsable de la policía, Andrew Coster, anunció que las pruebas que se estaban llevando a cabo quedaban suspendidas ya que se habían escuchado los recelos de la población.

“Está claro que la existencia de patrullas armadas no corresponde al estilo de policía que quieren los ciudadanos”, dijo.

Los métodos usados por la policía se están reevaluando en numerosos países desde la muerte a finales de mayo en Minneapolis del afroestadounidense George Floyd a manos de un policía, que lo inmovilizó contra el suelo tras su arresto y provocó su asfixia.

Su fallecimiento ha desatado manifestaciones en Estados Unidos pero también en numerosas partes del mundo contra el racismo y la brutalidad policial.

 

ica