Por Marina San Martín Rebolloso

Cuando pienso en nuestra rutina de actividades diarias que solíamos hacer antes de esta pandemia, me doy cuenta de que dábamos por sentado el valor de muchas de ellas que, incluso, las hacíamos de forma automática, porque nunca pensamos en la posibilidad de suspenderlas, y mucho menos, de quizá no volver a realizarlas.

Jamás hubiéramos imaginado tener que usar cubrebocas o caretas para poder salir. Hoy, atesoramos tener la oportunidad de respirar con libertad, sin miedo a contagiarnos. ¡Cómo nos hace falta reunirnos para convivir, abrazarnos para sentir!

El virus causante de Covid-19 ha forzado a la raza humana a detener su vertiginoso actuar, la ha obligado a hacer una pausa que, a su vez, ha dado un respiro a la naturaleza.

El aislamiento de las personas ha permitido la presencia de fauna silvestre en lugares donde ya no era usual verla, como la tortuga laúd que recién visitó las playas de Cancún.

De acuerdo con datos de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, de las 116,177 especies evaluadas, 31,030 están actualmente amenazadas (26.70%), de las cuales 1,656 radican en México (5.33%). Dicha realidad es alarmante si consideramos que nuestro país alberga a cerca del 10% de la biodiversidad global.

De acuerdo con el Informe de la Situación del Medio Ambiente en México 2018, de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, la velocidad con la que el planeta está perdiendo su biodiversidad, rebasa ampliamente (entre 10 y 1000 veces) las tasas de extinción observadas en épocas previas a la aparición humana. Ello significa que podríamos estar enfrentando la sexta crisis de extinción más grave de su historia, siendo la urbanización, la sobreexplotación de las poblaciones silvestres, la introducción de especies exóticas invasoras y el cambio climático, algunas de las causas más importantes del deterioro.

En un informe sobre Perspectivas de Medio Ambiente Mundial de 2019, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se proyectaba que para el año 2050, la población mundial habrá alcanzado casi 10 mil millones de personas. De este modo se advierte que, de continuar el modelo económico “crecer primero y limpiar después”, no será posible mantenerlas de forma sostenible.

Los datos revelan que nuestros hábitos de producción y consumo, desmedidos y dañinos con el entorno, ocasionan la pérdida de nuestra biodiversidad, única e irremplazable.

El Día Internacional de la Diversidad Biológica (22 de mayo) nos invita a reflexionar que, si seguimos en esta ruta de desarrollo, sin conciencia del cuidado del planeta, nosotros mismos estamos poniendo fecha de caducidad a nuestra existencia.

Esta enfermedad ha llevado a que la naturaleza se haga escuchar, haciendo un llamado a la humanidad para ser respetada y para reencontrar su equilibrio.

Si superamos esta crisis, y queremos disponer de agua, energía, alimentos, y aquello necesario para vivir, que los avances tecnológicos no pueden reemplazar, no podemos regresar a una “normalidad” que ignore la sostenibilidad de los ecosistemas. Debemos volver con un sentido de resiliencia para recuperarnos como personas y para recomponer nuestra relación con el medio ambiente.

Comisionada Ciudadana del Instituto de Transparencia de la Ciudad de México (INFO) Twitter: @navysanmartin