La volatilidad del Siglo Veinte latinoamericano, entre Golpes de Estado y magnidicios, entre guerras y revoluciones, frenó absolutamente todo en diversos países… mas no el deporte.

Ahora que diversos certámenes deciden si pueden reanudar sus temporadas para dilucidar quién es el campeón de este 2020, vale la pena reparar en algo: que México, ahora tan cercano a cancelar su torneo Clausura, en el pasado sólo se abstuvo de culminar algún certamen por cuestiones administrativas. Sucedió primero en 1921 y 1922, luego en 1931, en los tres casos por la determinación de algunos clubes de abandonar y fundar otra competición, mostrando así su molestia por ciertas regulaciones desde lo que era la federación (años en los que hubo, en paralelo, una Liga Nacional y una Liga Mexicana).

Esas diferencias detuvieron a nuestro balompié en su denominada etapa amateur. Algo que ni por asomó consiguieron los convulsos acontecimientos políticos, fuera el cierre del Porfiriato, fuera el sangriento derrocamiento de Francisco I. Madero, fuera la dictadura de Victoriano Huerta, fuera el asesinato de Venustiano Carranza, fuera la Guerra Cristera, fuera el Maximato, fuera el intento de regreso de Álvaro Obregón que terminó en muerte, fuera lo que fuera.

Si giramos la mirada al resto de las naciones latinoamericanas, encontraremos algo parecido. En 1964, mientras el presidente Joao Goulart era derribado y asumía el mando una junta militar en Brasil, el Santos de Pelé fue campeón nacional y acudió a la Copa Libertadores. En 1973, cuando el ataque de las fuerzas de Augusto Pinochet contra Salvador Allende, el Unión Española se coronó; además, la selección chilena se enfrentó menos de dos semanas después a la soviética en Moscú en la eliminatoria para el Mundial 1974 (por cierto, la URSS renunció a disputar la vuelta en protesta a lo que se vivía en la nación andina y, en específico, en ese Estadio Nacional de Santiago convertido en campo de concentración y tortura). En 1976, Boca alzó el título argentino al tiempo que los militares usurpaban el gobierno; el mismo día del Golpe, la selección albiceleste enfrentó a Polonia en un partido amistoso, único instante en que la televisión interrumpió los eternos comunicados de la Junta Militar. Perú padeció varios Golpes de Estado, mas su liga sólo dejó efectuarse en 1936, cuando priorizó la formación de la selección que compitió en Berlín 1936 (dicho sea de paso, ahí les fue robada la calificación a semifinales, al beneficiarse del modo más descarado a su rival, Austria, atraco instigado por el aparato de propaganda nazi). Incluso Cuba, con la Revolución de 1958, interrumpió temporalmente la liga de beisbol, más adelante la reanudó y al cabo de unos años fue redenominada Serie Nacional, ya prohibido el profesionalismo.

Eso de no concluir torneos, como queda claro, tiene mucho más precedentes en Europa, con lo que supusieron las guerras, que en nuestro continente. Por mirar a las Grandes Ligas de beisbol, apenas han dejado de consagrar campeón por culpa de una huelga de jugadores (1994) y no por los conflictos en los que Estados Unidos estuvo involucrado a lo largo de los últimos 120 años. Similar, la NHL paró en 2005 por huelga, antes habiendo nada más experimentado eso del título vacante en 1919, cuando la pandemia de Influenza Española contagió a cinco jugadores de los finalistas, Canadiens de Montreal.

México tiende a tomar este miércoles una decisión que ni sus más turbulentos instantes históricos propiciaron. En nuestro futbol, como en las ligas estadounidenses, sólo los desacuerdos administrativos habían suspendido lo que ni los feroces conflictos lograron.

 

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