Foto: Cuartoscuro Unas horas después de la celebración del Día de las Madres, el lugar luce desolado. Apenas tres de 17 puestos con que cuenta el Mercado de las Flores están abiertos  

No es Chernobyl, es Iztapalapa en la Ciudad de México, donde llegó la onda expansiva del virus Covid-19, estallado en Wuhan.

 

Como en la central nuclear del norte de Ucrania, la entrada del panteón de San Nicolás Tolentino, el segundo más grande de la capital del país, es resguardado por hombres con trajes blancos que les cubren todo el cuerpo, y portan además caretas y cubrebocas.

 

Los alrededores del campo santo, al pie del Cerro de la Estrella, están rodeados de lonas con letras amarillas y fondo negro, alertando que estás en una zona de alto riesgo de contagio.

 

Desde afuera, en la avenida San Lorenzo, colonia Paraje San Juan, se puede apreciar el humo negro que sale de uno de los cuatro hornos del lugar, teniendo como telón los pinos del cementerio en un día nublado, dándole un escenario lúgubre.

 

Pudiera asemejarse a la nube de material radioactivo que el viento esparciría los siguientes días por el hemisferio norte de la tierra, debido al estallamiento de la central eléctrica del país de Europa del este, en 1986.

 

Lo único que entra y sale con regularidad son carrozas fúnebres que hacen fila en la entrada principal, y pipas de agua, éstas “fumigando” las calles de humo negro visible que sale del tubo de sus escapes.

 

En las instalaciones del considerado peor accidente de la historia, el gobierno soviético solo reconoció 31 accidentes. En la Ciudad de México van más de 700 víctimas, plenamente aceptadas por las autoridades.

 

En la localidad con el mayor número de contagios de todo el país, por las calles circula poca gente, pareciera que hicieron caso a los anuncios de la alcaldía que están sobre los camellones: “No te la juegues, quédate en casa”.

 

Unas horas después de la celebración del Día de las Madres, el lugar luce desolado. Apenas tres de 17 puestos con que cuenta el Mercado de las Flores están abiertos.

 

Pero sabes que estás en México y no en otro país del orbe cuando ves las pinturas murales de las paredes del cementerio: pintado con calaveras moradas y ofrendas de Día de Muertos, con veladoras que despiden fuego y también, humo negro.

 

 

AR