Se habla mucho del empequeñecimiento de la figura presidencial. De que se ve a un Presidente fuera de control, encogido incluso físicamente, sin comprensión del mundo, en proceso de distanciarse de la realidad y cada vez más solo. Estas aseveraciones tienen lo suyo de cierto. En efecto, da la sensación de que el país ha decidido librar las batallas necesarias al margen de las decisiones presidenciales. Lo decidió con el Covid-19: muchos –ciudadanía de a pie, instituciones académicas, gobiernos de los estados, no pocos empresarios– decidimos guardarnos, a despecho de la política de mordiscos en el cachete que, no lo olvidemos, seguía vigente hace pocas semanas. Y lo decidió con el desastre económico en puertas: la ciudadanía intenta echarse la mano como mejor puede, los empresarios se rascan la cabeza en busca de paliativos a la devastación del empleo, ciertos gobernadores le apuestan a los incentivos fiscales en sus estados.

Sí: el hombre fuerte no aparece ante las crisis. Estamos, en esa medida, ante un aparente vacío de liderazgo, disculparán el terminajo. Por eso anda de malas. Por eso los intentos desesperados, repetidos, cansinos, de hablar de conspiraciones conservadoras. Por eso lo de adelantar la revocación de mandato de 2022 a 2021, que, como señala Jorge Castañeda, puede tener todo el sentido desde su óptica. Porque la caída de su popularidad de aquí al año que viene, según vemos, puede ser grande, pero tal y como pretende gestionar la crisis económica, o como va la violencia, para el 22 podría estar en la lona.

Pero que los malquerientes no se me pongan optimistas. La distancia entre ese vacío y el final de la hegemonía obradorista es enorme. El Presidente entiende de algo, que es conservar el poder. No le podemos regatear eso. Y tiene todavía muchas de las herramientas necesarias para conservarlo: la mayoría en las Cámaras, sobre todo en la de diputados, varias gubernaturas, más Derechos Humanos, más una clara influencia en la Suprema Corte, y la lista sigue. Un yonqui del poder con ese poder y además desesperado, difícilmente cederá la plaza. Al contrario. Como se ha dicho repetidamente, el riesgo de un volantazo autoritario, de una radicalización que en efecto ya ha dado señales recientemente, no es pequeño. Y es que en ese terreno, el del poder político, no hemos sido capaces de dar con un antídoto eficaz. El riesgo de que un día volteemos para encontrar una figura presidencial desmesurada, ya incontrolablemente grande, es, me temo, muy real.

 

                                                                                                                                         @juliopatan09