( Parte II )

Eduardo Fernández García

Como lo comenté en la Parte I, dadas las condiciones en que vive la mayoría de nuestra población, el dogma sanitario (aislamiento, sana distancia e higiene personal) es imposible aplicarlo con eficacia en México, y cada día que pasa, las carencias de todo tipo ganan terreno en un pueblo pobre, haciendo a su vez menos viable el dogma o cerco sanitario. En resumen, un círculo vicioso que propicia que el virus circule a gran velocidad en todo el territorio nacional.

Como ejemplo, veamos ahora que pasa en Italia, donde hay abundantes datos y análisis, por haber sido azotado muy duramente por el Covid-19, y ser el tercer país a nivel global con mayor número de pruebas para detectar el virus por millón de habitantes (aprox. 12,500). Ahí se reportan alrededor de 156,000 casos confirmados, mientras que los estimados con diversos modelos matemáticos aplicados en ese país, rondan entre 670,000 y 3,300,000. Un espectro muy alto. Sin embargo reconocen que, a pesar de ser un país que ha realizado tantas pruebas, es razonable multiplicar por 10 los casos confirmados para llegar a un dato cercano a la realidad. Es decir 1,560,000 contagiados en Italia.

En México por contra, como sucede en todas las economías en vías de desarrollo, se practican muy pocas pruebas por millón de habitantes (menos de 200). Los casos confirmados son algo cercano a 5,000 y de acuerdo al modelo centinela, adoptado ahora para casos no confirmados, ese número se elevaría a 40,000. Francamente salta a la vista lo bajo del múltiplo para un país con tan pocas pruebas, y por ende dicho modelo arroja cifras muy alejadas de la realidad. Los contagiados en México por el Covid-19 seguramente ya se cuentan por cientos de miles o hasta millones. Para un virus que se transmite fácilmente entre los humanos, con síntomas tardíos o sin síntomas, las realidades siguientes apuntan a números que crecen exponencialmente y que dan como resultado cifras altísimas: miles de cruces fronterizos diarios, continuidad de vuelos internacionales, movimientos poblacionales a lo largo del territorio nacional, eventos masivos hasta mediados de marzo, destinos turísticos concurridos todavía el 21 de marzo, distintas manifestaciones diarias de inconformidad, que irremediablemente irán en aumento, aglomeraciones frecuentes de todo tipo, principalmente en centros de acopio popular, giros industriales y comerciales que se mantienen operativos conforme a sus propias políticas, y sobretodo, con un peso abrumador, las condiciones de vida de 90,000,000 de mexicanos.

La realidad mexicana nos ha llevado irreductiblemente a la llamada inmunización colectiva, y a pesar de que la mayoría de la población está expuesta al virus, no se ha generado una catástrofe sanitaria de proporciones dantescas. ¿Por qué? La respuesta está en el sistema inmunológico de la mayoría de los mexicanos, de su pueblo. No hay otra explicación.

A diferencia del resto del mundo, México tiene la gran ventaja de tener a la vista una muestra inmensa del comportamiento del sistema inmunológico de su pueblo en el principal foco de infección actual: Estados Unidos de América. Y debe aprovechar al máximo tal información. Ahí viven 11,000,000 de mexicanos, y particularmente en el Estado de Nueva York más de 1,000,000, principalmente de origen poblano.

Aunque todavía no hay información precisa en los Estados Unidos acerca del comportamiento de las distintas etnias, todo apunta a que los mexicanos tienen un índice de mortalidad muy inferior al del promedio de la población de aquel país, y por contra, la población afroamericana (incluídos latinos con esas raíces) es la que tiene, por mucho, el índice de mortalidad más alto.

Los aproximadamente 200 mexicanos fallecidos en aquel país, para 11,000,000 que se estima ahí viven, nos da como resultado una tasa de mortalidad de una tercera parte de la mostrada por la población total de los Estados Unidos.

Los mexicanos muestran igualmente una muy baja tasa de mortalidad en Nueva York, que acumula alrededor del 42% de todas las muertes en Estados Unidos por Covid-19. Ello, no obstante que nuestros paisanos viven en zonas populares, principalmente en el barrio de Queens, y en donde el propio Gobernador Cuomo ha reconocido la dificultad de aplicar el cerco sanitario.

¿Qué procede entonces?

Regresar al trabajo y en general a la normalidad, para que las familias puedan realmente encargarse del cuidado de las personas mayores y de los más vulnerables al Covid-19. Ello no sería obstáculo para que ciertos sectores de nuestra sociedad, de mayor poder adquisitivo que la población en general, puedan continuar admnistrando su exposición al virus en forma más paulatina.

La capacidad hospitalaria del sector público de salud, la veremos rebasada o no, en función principalmente de la respuesta al virus por el sistema inmunológico de nuestro pueblo, dados los cientos de miles o millones ya contagiados y que viven en condiciones donde es inviable el dogma sanitario. La verdad es que ya estamos en gran medida en manos de la naturaleza en el México de los pobres. Hay que resaltar que, a pesar de sus múltiples factores de riesgo, nuestro pueblo ha mostrado que enferma menos y muere menos del Covid-19, que otros pueblos.

No hay sustituto alguno al trabajo productivo, para cuidar el bienestar, la salud y la vida de las personas. Tampoco lo hay para la salud económica y financiera de las naciones. Por ello, los países desarrollados ya están elaborando planes para reabrir sus economías a la brevedad e inevitablemente tomarán riesgos. No hay opción. Con más razón un país como México, que está paralizado y cuyo pueblo no puede capturar siquiera el beneficio sanitario de tal parálisis.

Que decida el presidente López Obrador y no los “expertos en salud”. Estos últimos tienen por definición una misión y óptica limitadas.

 

LEG