Estamos en medio de una crisis mundial como consecuencia de la pandemia del Covid-19, no sólo de salud, también económica. Sin duda, es importante ser optimistas y saber que esto será pasajero, pero un pensamiento erróneo es creer que lo que afecta al mundo no nos va a afectar a nosotros. La Cepal pronostica una recesión en América Latina de entre -1.8 y -4%. La crisis de la pandemia del coronavirus afectará a todos los países en mayor o menor medida, dependiendo de sus circunstancias y de las medidas que adopten para hacerle frente.

 

Frente a eso, se necesitan medidas económicas que permitan afrontar la crisis. Por ello, el pasado domingo escuchamos atentamente el mensaje del presidente López Obrador, en el que presentó el Plan de Reactivación Económica para el país. El plan constó de dos mensajes, uno político y otro económico. En el aspecto político, en correspondencia con lo que se había planteado en el Plan Nacional de Desarrollo, el objetivo sigue siendo apoyar a los más necesitados, por lo que se ampliarán los programas sociales, que llegarán a 22 millones de familias (se incrementará en 200 mil el programa sembrando vida y se adelantarán 4 meses de pensión para los adultos mayores). Además, fue un mensaje que no generó pánico, en el que el presidente pronunció palabras de esperanza para el país, aunque sí hubo preocupación en algunos sectores, especialmente en el empresarial.

 

En el aspecto económico, hubo señales encontradas. Se recibieron con optimismo los anuncios de incrementar la inversión pública para generar empleos, ampliar el programa de créditos de la banca de desarrollo y de las instituciones de vivienda y el que se apresurarán las devoluciones pendientes de IVA a las empresas; pero parece que el resto de las medidas se quedaron cortas. Especialmente por la negativa del gobierno de impulsar un esquema de estímulo fiscal para mitigar los efectos de la recesión a causa del coronavirus; y no para los grandes empresarios, quienes pueden sortear de mejor manera la crisis, sino para la sobrevivencia de las pequeñas y medianas empresas, que a causa del cierre durante un mes y la ausencia de clientela, muchas se verán obligadas a cerrar.

 

Las medidas parten del supuesto de que la recaudación tributaria se va a mantener porque las empresas pagarán sus impuestos, pero en caso de que las empresas comiencen a cerrar, no habrá manera de que se mantenga la recaudación. En caso de hacer falta, se utilizarán los recursos del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP) y de los fideicomisos, aunque la inversión pública y los programas sociales por sí solos no harán gran diferencia, ya que no son equivalentes a empleos o a apoyos directos para la gente que pierda su trabajo. Además, hay que recordar que el 72% del empleo formal y el 52% del Producto Interno Bruto (PIB) del país lo genera el sector privado, por ello se requería atención especial a dicho sector. En el Plan de Reactivación se establece que habrá apoyos a las Pymes del sector formal e informal de la economía a través de créditos, sin embargo, hace falta que los titulares de las secretarías de Hacienda, Trabajo y Economía lo expliquen, debido a que hay varias dudas en la forma de implementar estas acciones, es decir, del hilado fino.

 

Con el mensaje de ayer, hubo mucha expectativa y tal vez se esperaban cosas distintas, pero el presidente fue congruente con su pensamiento. No está diciendo nada que no se haya anticipado. Ratifica la convicción que él tiene de una manera de responder a una coyuntura como la actual, con 3 elementos básicos: mayor inversión pública para el desarrollo económico y social, el empleo pleno y la honestidad y la austeridad republicana. El presidente no ha engañado a nadie, siempre estuvo en contra de la condonación de impuestos, de los rescates a empresas con dinero público y a favor de la idea de que el gobierno se apriete el cinturón. No obstante, como señala Diego Castañeda, (economista independiente y estudiante de Economía y Desarrollo en la University of London), “la austeridad en una recesión es una mala política económica”.

 

* Arturo Ávila Anaya, presidente IBN/B Analitycs y experto en Seguridad Nacional por Harvard (NIS).

@ArturoAvila_mx