1. No hay gripe pequeña. El 22 de enero, durante la cumbre de Davos, el presidente de los Estados Unidos de América aseguró que la epidemia del coronavirus estaba bajo control. El 22 de febrero, el Consejo Nacional de Investigación de Italia comunicó que, aunque en el país ya había casos, el riesgo de infección era muy bajo y que no tenían una epidemia de SARS-CoV-2.

Hoy, ambos países, Italia y EUA, han superado a China en el número de casos de personas enfermas de COVID-19. Haber minimizado el problema y creído que la crisis no sucedería en sus territorios fue un error cometido por varios países.

Y aunque ningún sistema de salud, incluso los más desarrollados, están diseñados para soportar una prueba de estrés de la magnitud de la pandemia por el nuevo coronavirus, una de las lecciones que se tienen que extraer es que, en un mundo totalmente interconectado, en donde todo viaja velozmente, el riesgo ocasionado por problemas que pueden parecer menores y lejanos tiene que ser analizado a profundidad, evitando caer en los sesgos cognitivos comunes de los seres humanos.

2. El mercado no puede sustituir al Estado. Los efectos económicos provocados por la peor crisis de salud que el mundo ha enfrentado en las últimas décadas han provocado una petición generalizada en el mundo para que el Estado se responsabilice de reactivar la economía. Incluso quienes por años pugnaron por la mínima intervención estatal, para darle paso a la hegemonía del mercado, admiten que una crisis de esta magnitud no puede ser superada sin su participación.

Si bien cada Estado puede destinar una cantidad de recursos finita, de acuerdo con sus posibilidades, la mayoría se ha enfocado en la necesidad de vencer primero al virus, para después volver a la normalidad económica. Una vez que la crisis de salud sea superada, cada país tendrá que diseñar programas económicos para tratar que su economía se recupere, y esto implicará un nuevo entendimiento del papel del Estado en la economía. Esta crisis nos deja la lección de que la mano invisible no puede manejarlo todo.

3. El individualismo no sirve. El modelo económico que hasta hace muy poco era hegemónico y que, en estos momentos, frente a la crisis por SARS-CoV-2, está demostrando ser sumamente frágil, trajo consigo una lógica individualista, cuya máxima: “Sálvese quien pueda” dominaba la interacción social.

Ante la actual contingencia, la fragilidad de esta lógica individualista ha quedado al descubierto. Las personas expertas han dejado en claro que los contagios y los fallecimientos se podrán evitar en la medida en que las sociedades actúen en conjunto: de la salud de cada uno depende la salud de un país entero. Hoy, la salud de las personas depende de sus vecinas y vecinos, que por tanto tiempo fueron desconocidos. Así, una de las lecciones y tareas que nos deja esta pandemia es recobrar el sentido social de nuestra convivencia y vida diaria.

Éstas son sólo tres posibles lecciones que hasta el momento podemos extraer de lo que sucede en el mundo. Sin duda alguna, habrá muchas más; mientras tanto, todas y todos tenemos que permanecer unidos para poder salir adelante. Tengamos confianza en que así será.

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