Los asaltos y saqueos de tiendas y almacenes atraparon a las autoridades en la distracción. Los casos conocidos muestran tres datos para analizar: bandas que cambiaron de giro ante la pandemia, posesión armas de alto poder y alianza con organizaciones criminales no-narcas en formación.

El otro dato radica en que el Estado nacional y sus cuerpos de seguridad no tienen el personal suficiente para vigilar, no existen oficinas de inteligencia que analicen el escenario, no hay mapas de criminalidad para zonificar áreas y delincuentes y menos aún existen grupos policíacos de movilización rápida.

La característica de los saqueos de tiendas radica en que no se trata de robos por hambre, cuando menos no todavía. Y existe el temor de que las tiendas, ante la falta de seguridad, comiencen a restringir horarios o contraten guardias privados con armas letales y, al final del día, prefieran cerrar las zonas de productos y dedicarse sólo a perecederos.

Las autoridades de seguridad federal deben presentar en calidad de urgente su programa para estos saqueos, también explicar si existe o no coordinación con los policías estales y municipales y si cuentan con un mapeo urgente de las zonas y bandas que se están armando para aumentar asaltos.

Y lo que sigue es la llegada de los asaltos a camiones repartidores, además de los asaltos a negocios cerrados que guardan en su interior productos atractivos para los delincuentes.

La percepción de que la baja circulación de personas y de negocios cerrados podía bajar la delincuencia se está modificando en la realidad. Como decían los viejos policías de los cincuentas, el hampa nunca descansa, nunca baja sus cortinas y se adecúa a las circunstancias sociales.

Lo que puede atenúe temores es la presentación de un programa emergente de seguridad en zonas urbanas y la disponibilidad de efectivos para patrullar zonas comerciales, además de análisis de las nuevas bandas delictivas.

 

Zona Zero

  • Mientras más se profundice la crisis social y de Gobierno por la pandemia del coronavirus, se confirma el argumento de que la salud es un asunto de seguridad pública por la delincuencia, de seguridad interior porque rompe el precario equilibro social y de seguridad nacional porque -cierto o no- los virus son armas biológicas. El mapa de riesgos del Centro de Inteligencia Nacional no lo asume así. Y por eso se pagan imprevisiones.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

 

seguridadydefensa@gmail.com

www.seguridadydefensa.mx

@carlosramirezh