“Cuando hay chamba, bien que nos hacemos pendejos ‘a dónde va’, ‘no, es que no voy para allá’ y ahorita como quisiera que nos dijeran ‘nos puede llevar a Xochimilco’, ahora sí súbale, a dónde sea, aunque sea un viaje de 15 o 17 pesitos, esos nadie te los regala, está cabrona la cosa”.

 

Por el espejo retrovisor, Elías vigila los pocos autos que rodean su taxi, en la radio una emisora de noticias da el resumen de los últimos casos detectados de coronavirus en México, los ojos de Elías se reflejan sobre los espejos en las calles de una ciudad medio vacía, despojada de su bullicio cotidiano y el caos por el temor de un virus.

 

“Ya no se oye otra cosa en el radio, todo pinche coronavirus”. El taxista baja el volumen y retoma la conversación.

 

“Yo soy católico, aunque nunca voy a misa, solo cuando hay alguna boda, solo así es cuando uno se acerca a la iglesia, pero yo desde temprano cuando salgo me digo ‘primeramente Dios, otro día más, bendice mi camino y a todos’, así me cuido”.

 

En el retrovisor de su Nissan cuelga un escapulario desteñido por el sol como vigilante de su camino diario, pero en ningún lado hay rastro de gel antibacterial y mucho menos usa tapabocas, su preocupación es ganar lo suficiente para llegar el tanque de gasolina y la comida diaria para él y su esposa.

 

“A mí como me reencabronaba cuando me decían ‘voy aquí cerca’ porque había chamba, ahora que no hay chamba, a donde vaya”. Elías se ríe de sí mismo y su vos toma un tono burlón: “Parece que nada nos parece a nosotros aquí en el taxi, porque te llevan lejos te encabronas, que porque te llevan cerca también”.

 

“Pero ahorita, está bien flojo, yo estoy en una base, no te voy a mentir, son 12:30, normalmente a esta hora ya me traigo 50”. A través del espejo algo en su mirada la empaña: “ahorita le llego como a dos y medio o 300, además ya le eché 10 litros de gasolina, con cuánto me quedo, fueron 180, solo me queda 120 desde las 5:30, si diera cuenta ya me hubieran quitado el carro”.

 

Continúa: “Hace rato entre al Eje 1 y puta madre, parece día festivo, hay puestos, pero no está lleno, pero como digo a mi esposa, con que salga para comer y un piquito para nosotros ya la hicimos, ahorita gracias a dios termine de pagar el carro el año pasado, ya no llega tan cabrón. Pero imagínate a quienes dan cuenta, son hasta 300 pesos, ya muy barata 250, más la gasolina, más lo tuyo”.

 

“Yo normalmente a las seis de la mañana voy pa’ fuera – mientras los autos alrededor avanzan como manada de rinocerontes por la avenida gris, su voz toma más confianza- a la una o dos de la tarde voy a tu casa a comer, si me agarra sueño: pues me echo una pestañita y vuelvo a salir a las cuatro de la tarde hasta las ocho o nueve como máximo, ahorita no cabrón, tengo que darle todo el día, nada más una hora para comer y no voy a tu casa”.

 

Entonces interrumpe el hilo de la conversación, deja un lado las preocupaciones económicas, se rasca calva que amenaza su cabeza debajo del pelo y sin más diche “ahorita voy a comer ahí por La Malinche, una señora ahí tiene una fodita que por 45 pesos te da una comida bien rica, como la de tu esposa, tiene un sazón”.

 

Pero solo es una pausa, un punto en blanco entre sus preocupaciones, cuenta que antes en la base de taxis donde trabaja solo había cinco o seis carros esperando, sin embargo, ahora hacen fila hasta 20 o 30 taxis, tantos que ya no saben dónde acomodarse.

 

“En serio, te lo juro –dice con una espontanea familiaridad- está muy cabrón, en la base cuándo íbamos a ver que estuviéramos todos amontonados, hoy hicimos una rifa, de 10 varitos, cada quien, el que gane se lleva todo, juntamos 150 pesos, ya de menos para la gasolina, para lo que sea”.

 

Para Elías, la contingencia del Coronavirus irremediablemente le recuera el problema de la influenza que también paralizó a México hace más de una década, y aunque no tiene la certeza, duda de que la enfermedad sea verdad.

 

“La pinche influenza cuando se dio en 2009 también estaba todos bien sacados de onda, todos ‘ay no mames’, todos con su tapabocas -asegura- para mí esto es político, si fuera esa enfermedad cuando cabrones hubiéramos muerto ya aquí en México, para mí son puras pinches mentiras”.

 

“Mucha gente no sale –antes de entregar el cambio, agrega- pero quién va aguantar estar 40 días en su casa, no ma, nadie, solamente que tengas una pinche maletota ahí guardada de comida y dinero; yo creo que todo es choro, ojalá que sí.

 

PAL