Cuanto solían decir las ruinas de Olimpia, cuanto clamaban esas columnas dóricas del Templo de la diosa Hera, cuanto enfatizaban esas placas de marmol que antiguamente marcaban inicio y meta de las carreras, se vio diluido este jueves.

Y es que sin gente no podía resultar igual el mensaje de ese, que es el padre de todos los estadios –la carrera pedestre en Olimpia a la que me he referido, consistente de 183 metros, era llamada stadion, de ahí el nombre en la mayoría de los idiomas para los inmuebles deportivos.

Todo estadio, empezando por la semilla en ese punto de la actual Grecia, nació para mostrar multitudes y no vacíos. Un encendido del fuego se concibió como símbolo de unión y apertura, no de separación y cerrazón, pero este es el momento de la humanidad y bajo esa incertidumbre comienza el camino de esa flama helena: con apenas algunos dirigentes como testigos del ritual consumado por las actrices que hacen de sacerdotizas.

¿Habrá Olímpicos en Tokio? Sin dudar, puedo responder que sí. La disyuntiva obvia es cuándo serán, si como se estipuló inaugurándose el 24 de julio, si se posponen unos meses quedando en algún punto del segundo semestre del año o si se mandan hasta 2021.

No existirá mejor señal de la evolución de esta pandemia que mantenerlos en su hoja original en el calendario, eventual confirmación de que en mayo (cuando se determine si hay modificación) esta situación se encontrará controlada.

Mientras tanto, y como siempre con o sin pandemia, el deporte es secundario. Hoy no hay manera de pensar en una Villa Olímpica en la que más de diez mil personas de 200 países convivan, mucho menos en masas multinacionales ineractuando en transportes, aeropuertos, escenarios, restaurantes, calles y demás.

Dicho lo cual, vuelvo a la razón por la que afirmo tan convencido que, tarde o temprano, Tokio hará estos Juegos. Primero, porque mudarlos de ciudad ya carece de sentido, lo mismo daría hoy cualquier confín del planeta. Segundo, porque esta generación de deportistas no se quedará sin el punto al que enfocó su empeño, que es el cierre de este cuatrienio (a diferencia de quienes se vieron marginados de alcanzar su sueño en otra época, ya por culpa de las guerras mundiales, ya a causa de los boicots políticos). Y tercero, porque Tokio ha hecho todo para organizar unos Juegos y terminará por realizarlo cuando sea adecuado, mismos que, si se gusta, podrán ser tomados como metáfora de una humanidad recuperada de este mal.

Caso muy distinto el de la Eurocopa, para colmo en doce países, lo que torna imposible cualquier cosa cercana a cierto control. Sin embargo, la razón esencial por la que es factible que no se dispute hasta 2021, es que abre mes y medio antes que los Olímpicos, así que su margen de definición está mucho más próximo. Las ligas de futbol, donde se encuentran quienes finalmente pagan a los jugadores, presionarán además para recurrir a junio como mes en el que cierren los torneos nacionales hoy frenados.

Muchas palabras sobre lo menos importante del momento que es si el balón rueda o los velocistas corren. Muchas palabras que no comunicarán la desolación de una imagen: el Templo de Hera de Olimpia, opuesto a como siempre fue, opuesto a como tiene que ser, vacío, hueco de su esencia.

Twitter/albertolati

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