Dentro de todo lo malo hay siempre algo bueno y si no aprendes a relativizar las angustias en situaciones de peligro, como conflictos bélicos, pandemias y otras calamidades, no sobrevives, consejos de este tipo he escuchado infinidad de veces de boca de veteranos de la Segunda Guerra Mundial, víctimas del infierno nazi entre 1939-45. Me sirvieron muy bien, debo confesar, para pasar cinco largos años bajo las bombas que caían sobre Bosnia.

Guardemos las debidas proporciones. Aún estamos lejos de un escenario apocalíptico. De momento asistimos principalmente a una psicosis galopante por el miedo a lo desconocido. Relativicemos. A pesar de que ya está infectada la economía mundial, a pesar de que se nos alerta de una posible recesión en Europa y de la reducción a la mitad del crecimiento global (si el virus se convierte en pandemia), centrémonos en el lado positivo de esta nueva crisis.

Estoy mirando dos imágenes satelitales de China -ahí donde se originó el brote- que nos facilitan la NASA y la Agencia Espacial Europea. En la primera, correspondiente al mes de enero, vemos una gigantesca mancha de contaminación de dióxido de nitrógeno, un gas tóxico para los humanos que causa graves problemas respiratorios. En la segunda, captada en febrero, desaparecieron por completo los focos de polución. Nunca se había vista una caída tan drástica de los niveles de contaminación en una área tan amplia en tan poco tiempo. Se lo debemos a las estrictas medidas del Gobierno de Pekín para frenar la propagación del virus. Se cerraron miles de factorías, centrales térmicas, se redujo el traslado de mercancías, los aviones se quedaron en tierra, el confinamiento obligado de millones de chinos acabó con el tráfico de vehículos motorizados. Resulta que en poco más de un mes en China, la “fábrica del mundo” y el principal emisor de gases de efecto invernadero desaparecieron las nubes grises. El cielo sobre Pekín y Shanghai luce limpio, transparente, sin brumas.

Dos. ¿Cómo el coronavirus ha transformado nuestros gustos culturales y la percepción del ocio?
Nos cancelan los conciertos, la Feria del Libro de París, un sinnúmero de espectáculos. Poco importa.

La cultura se porta mejor que nunca, justamente porque ofrece una mirada alternativa de lo que nos rodea. Vuelven con fuerza los clásicos literarios que abordan la enfermedad y la muerte. Desde hace un mes el libro más vendido en Francia es La peste del gran existencialista galo, galardonado en 1957 con el Premio Nobel de Literatura, Albert Camus. La novela, publicada en 1947, describe el caos reinante en la ciudad de Orán (Argelia), azotada por una plaga, aislada del resto del mundo, sin abastos, donde personajes heroicos conviven con la miseria del egoísmo y la inacción. El narrador dice: “las pestes y las guerras generalmente llegan cuando la gente está más desprevenida, esto es, cuando nadie está pensando en ellas”. En estos días creo que cuesta más más trabajo conseguir una mascarilla con filtro N95 que La peste de Camus, una de las obras cumbre de la literatura universal del siglo XX.

Pasemos al cine. Actualmente, entre la películas más buscadas y comentadas, al menos en el país galo, figura una cinta… !de hace 9 años! Se trata de Contagion de Steven Soderbergh, una historia de ficción en torno a una pandemia originada en Hong Kong que en pocas semanas mata a 26 millones de personas, solo en Estados Unidos se lleva 2.5 millones de vidas.

Otro fenómeno que estamos observando en Francia: subió 300% el número de usuarios del videojuego Plague Inc ya viejo, salió en 2002. ¿En qué consiste? Escoges el paciente cero, lo infectas con algún patógeno y observas cómo poco a poco la plaga se expande por todo el planeta. El objetivo es extinguir a la humanidad antes de que se descubra una cura. El triunfo de esta app se ha vuelto verdaderamente… viral.

El Gobierno chino decidió eliminar el videojuego de la tienda de aplicaciones de Apple en China. Tiene lógica.