@guerrerochipres

El aumento de penas hasta por 65 años en feminicidio, así como el resguardo de un domicilio donde habría estado retenida la pequeña Fátima indican un primer resultado de acciones este martes.

Son parte de esa interacción compleja entre la indignación general que lastima a todos y que revela el punto de quiebre a partir del cual es ya inimaginable la seguridad si excluye a niñas y mujeres.

La actuación de las autoridades, en una narrativa más precisa y clara en el ámbito local que el nacional respecto del feminicidio, incluye la obligación de continuar con tareas de carácter legislativo, ejecutivo y, próximamente, apostamos, judicial, para sentenciar a las personas involucradas en el atroz crimen.

Arely, Abril, Ana Isabel, Carla, Annick, Angélica, Yaneth Rubí e Ingrid, además de Fátima, son el rosario de nuestros nombres y heridas antes de llegar a esta situación que deja huella indeleble de una de las caras de la crisis de seguridad y justicia.

Según la BBC, el 95% de los homicidios en el mundo son cometidos por hombres. Los hombres son asesinados por otros hombres a los que no conocen, mientras que las mujeres, en muchos casos, son agredidas o asesinadas por alguien de su círculo cercano.

México ocupa el primer lugar en abuso infantil, según la OCDE. Los testimonios de abuso o agresión se remontan a los primeros años de vida como la base de una violencia estructural replicada en ámbitos de la experiencia femenina.

La condición demográfica, con la preponderancia de las zonas rurales o marginadas, es ineludible y tan relevante como todas las conductas normalizadas por el machismo heredado. Otros niveles son la burocracia, la negligencia, la revictimización y la carencia de perspectiva de género por parte de los funcionarios. Todos, aspectos atendidos ahora por el gobierno capitalino de Claudia Sheinbaum.

En una sociedad cuya cultura no ha privilegiado la equidad, la ausencia de autoestima de familias, vecindarios y comunidades enteras, la desigualdad brutal ocupa un lugar de cercanía estrecha con la violencia.

Educación y justicia, así como desarrollo social están entre las condiciones para el pleno empoderamiento de las familias y sus hijas más jóvenes.

Estos elementos se dinamizan con la participación ciudadana que impulsa a la denuncia: el enemigo común es la y el delincuente. La mano con que se llevaron y asesinaron a Fátima debe ser inutilizada.