Alonso Tamez

El presidente está dando malos resultados en áreas como seguridad, creación de empleo y crecimiento económico. Sin embargo, sigue siendo muy popular. Según el agregador de encuestas Oraculus, 71% aprueba su trabajo y 25% no lo hace. Si bien se ve una tendencia a la baja desde finales de 2018, a enero de 2020, no parece grave.

 

Hay varias teorías al respecto. Que la gente le está dando un “beneficio de la duda” mayor que a sus antecesores por haber ganado con tantos votos; que la sociedad cree en su plan anticorrupción y asume que aplicarlo provoca disrupciones económicas y políticas; o que está “comprando” algo de esa popularidad con programas clientelares. La realidad es que, seguramente, esto se explique por varias razones y no una o dos.

 

En este sentido, puede que haya otra teoría para la lista: la promoción, intencional o no, de una política identitaria. En “Identidad: La demanda de dignidad y las políticas del resentimiento” (Ariel, 2018), el politólogo Francis Fukuyama opina que hay nuevos argumentos para explicar el reciente ascenso de populistas de izquierda y derecha.

 

Según Fukuyama, la política actual está marcada “por la búsqueda de un reconocimiento equitativo por parte de grupos (…) marginados” (p. 38). Bajo esta línea, el triunfo de López Obrador representó, para una porción de las personas pobres que lo veían como la única opción sistémica, una señal de que su voz “por fin” fue escuchada, lo que reafirmó su identidad como parte de un colectivo y, por ende, su autovaloración.

 

Asimismo, explica el autor, “ser pobre es ser invisible (…) y la indignidad de la invisibilidad es a menudo peor que la falta de recursos” (p. 94). Esto podría aplicar aquí por el hecho de que el hoy presidente fue, durante años, el único que le habló a los más olvidados.

 

Y esa priorización de la dignidad sobre el dinero o un mejor empleo también podría asociarse a su popularidad. Con algo de imaginación, este supuesto se leería más o menos así: “Por primera vez ganó alguien con quien me identifico. Sí, ni la economía ni la seguridad van bien, pero estoy contento porque ya nos tocaba gobernar. Démosle chance”.

 

Fukuyama liga fuertemente identidad con dignidad, ya que el reforzamiento de la primera produce la segunda. Por eso, buena parte de los mexicanos que buscaba ese “reconocimiento equitativo”, esa dignificación de su existencia, la encontró en el triunfo de quien, hasta hoy, siguen viendo como su único aliado. Y justo por eso no se le van a voltear tan fácil: porque sería rechazar, en cierta medida, su propio reflejo.

 

@AlonsoTamez

 

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