El jaloneo no ha hecho más que empezar. De aquí a la publicación de los planteles definitivos para el torneo de futbol de Tokio 2020, la tensión será permanente y a tres bandas: por un lado, el olimpismo, sabedor de que como nunca ha logrado encandilar a las mayores glorias del futbol; por otro, los clubes, renuentes a ceder a sus jugadores a la selección en plena pretemporada e inicio de los torneos; como añadido, la FIFA, siempre temerosa de verse opacada por el glamur olímpico.

¿Qué sucede? Que así como las grandes raquetas del mundo cada vez priorizan más los Olímpicos por encima de los torneos convencionales de tenis y así como los mejores basquetbolistas de la NBA han incrustado en su agenda mental esa cita cada cuatro años, los futbolistas hoy sueñan con ser parte de ese evento.

Tiempo atrás, ni siquiera los astros sub23 presionaban a sus equipos para poder ir, prefiriendo la Eurocopa que coincide en el verano con los Juegos (por ejemplo, el italiano Alessandro del Piero fue convocado a la Euro 96 en Inglaterra, pese a tener edad para jugar en Atlanta 1996). Nada más distinto, hoy Kylian Mbappe del PSG, los madridistas Rodrygo y Vinicius, el interista Lautaro Martínez, desean estar en Tokio. Y no sólo ellos; también se han perfilado varios mayores como Mo Salah, Sergio Ramos o Thomas Müller, además de mexicanos como Andrés Guardado, Raúl Jiménez, Carlos Vela, Memo Ochoa y Héctor Herrera.

Mientras la FIFA no tuvo su propia Copa del Mundo, cohabitó con el COI con tanta armonía como para que el campeón olímpico de este deporte se considerara campeón mundial.

A partir del nacimiento del campeonato avalado por la FIFA, en 1930, inició la incertidumbre. Por décadas, los Olímpicos se diferenciaron del Mundial al cerrarse a elementos amateurs, lo que focalizó las medallas en el bloque comunista (ocho oros consecutivos de ese hemisferio entre 1952 y 1980); sistema político que decía desconocer todo lo que resultara profesional, pero a su generoso modo remuneraba a sus atletas.

Cuando caducaba la hipocresía amateur del COI, la FIFA detectó que el torneo olímpico podía competirle a su ya celebérrimo Mundial. Así se apostó por planteles alternativos, con prohibición tajante de llevar a jugadores ya consolidados; se prohibió a europeos y sudamericanos alinear a quienes tuvieran rodaje en torneos importantes.

La solución surgió en Barcelona 1992, con el límite estipulado en veintitrés años, y se complementó en Atlanta 1996, con la apertura a tres mayores. Desde entonces, cada cuatro años el jaloneo es mayor. Y esta vez tiende a ser épico.

Tokio 2020 sería incluso más espectacular si entre sus participantes contara, por ejemplo, con Sergio Ramos y Kylian Mbappé. Falta ver qué dice su respectivo club y si eso implicaría que no actúen en la Eurocopa, como Neymar renunció a la Copa América Centenario de 2016 para estar en los Juegos de Río.

Twitter/albertolati

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.