Si bien la mano que mueve las protestas violentas de jóvenes en contra de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), todavía no tiene nombre ni apellido; su poder es tal que el conflicto que inició con demandas legítimas y que se fue desvirtuando, ha alcanzado ya a 16 escuelas que se encuentran en paro.

 

Las protestas, legítimas, iniciaron en demanda de la erradicación de la violencia y acoso sexual en contra de los alumnos y alumnas de sus planteles y han tenido respuesta, aunque no la suficiente a decir de los estudiantes por parte del rector Enrique Graue, quien planteó cinco ejes para fortalecer la atención y prevención de los casos de violencia de género en la institución.

 

No es novedad el uso de las juventudes para iniciar movimientos políticos, para generar presión y lograr desde la desestabilización social, hasta el derrocamiento de gobiernos; basta recordar las protestas españolas contra el dictador Franco en 1956 o la denominada Primavera Árabe de 2010 a 2012 que logró derrocar a los gobiernos de Túnez, Egipto y Libia.

 

En México, la vida universitaria ha tenido tres grandes movimientos, el de 1968 donde las demandas estudiantiles fueron reprimidas con el uso excesivo de la fuerza por parte del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz; el de 1986 donde se lograron reformas universitarias y la huelga de nueve meses en 1999.

 

Si alguien conoce bien cómo se gestan estos movimientos y cómo alimentarlos, son los políticos de izquierda, muchos de ellos actualmente en cargos relevantes, como la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum y su ex esposo, Carlos Imaz, quienes junto con Martí Batres y Fernando Belauzarán, pasaron de ser activistas universitarios en 1986, a activistas políticos para fundar al PRD.

 

O bien, el subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, quien participó activamente como líder estudiantil en 1968 o el virtual presidente nacional de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar quien fue líder del Consejo Nacional de Casas de Estudiantes.

 

Si bien no se sabe quién o quiénes están detrás de los esbozados que violentan las instalaciones de la UNAM, queda claro que al margen de la petición de justicia, se pretende dar un uso político o construir el caos, que a decir de expertos en la materia, en muchas ocasiones ha sido la excusa perfecta para el fascismo y el autoritarismo.