@osdtagle

El litio es conocido en el sector minero como “el petróleo blanco”. Los países que encuentren yacimientos de este mineral tienen asegurado un importante ingreso para las próximas décadas, pues la nueva conversión energética avanza de los combustibles fósiles a la generación eléctrica y otras con menor impacto ambiental.


En esta coyuntura, el litio ocupa el centro de la discusión y los intereses, pues para la fabricación de baterías para autos eléctricos o de teléfonos inteligentes, así como en los ramos químicos y farmacológico, ese mineral es indispensable.


Para ilustrar este potencial, hay que consultar las estimaciones de producción de autos eléctricos en los próximos años, en que se prevé que para 2040, seis de cada diez autos sean eléctricos; y la batería de la que depende su funcionamiento contiene un mínimo de 25 kilogramos de ese mineral.


La bonanza del litio podría ser compartida con otros países latinoamericanos, pues se ha confirmado la existencia de importantes yacimientos en Bolivia, Argentina y Chile, e incluso se calcula que estos tres países alcanzarían a tener en su territorio 80% de las reservas mundiales.


Según un análisis del Gobierno de Estados Unidos, México ocupa el séptimo lugar en el mundo por sus yacimientos de litio, mientras que el grupo Mining and Technology ubicó un yacimiento en Sonora como el más grande del mundo, al calcular reservas del orden de los 243 millones de toneladas.
México ha gozado de una riqueza natural inmensa, la cual ha sido directamente proporcional a la capacidad de los Gobiernos para dilapidarla; tal como pasó con los yacimientos de petróleo.
Aunque el Gobierno federal dio a conocer que en el país aún no existen proyectos de explotación de litio, el de Sonora, concesionado a la canadiense Bacanora Minerals asociada con la compañía china Gangfeng Lithium, pronostica que iniciará la producción hacia 2022.


San Luis Potosí y Zacatecas son las entidades en donde también se han encontrado yacimientos del mineral.


El presidente López Obrador ha reiterado su intención de revisar los términos en que se han entregado las concesiones mineras en las últimas décadas, y al igual que en sectores como el eléctrico o el petrolero no sería inverosímil considerar que pretenda renegociar estos tratos.


De tener un panorama y una estrategia para que México pueda aprovechar la riqueza que los yacimientos de litio representan, el Gobierno federal tendría en sus manos una alternativa para allegarse de recursos nuevos y utilizarlos para impulsar un sector estratégico en el futuro.


La derrama económica proveniente del “petróleo blanco” podría destinarse para incentivar la creación de infraestructura, de tecnología o de valor y capacitación profesional en el sector de la minería, además de recuperar la seguridad en esos estados, en donde los índices delictivos aún permanecen en números rojos.


El peor destino de nuestros yacimientos sería que ante la falta de tecnología e infraestructura nacional, las ganancias de este mineral fueran en su mayoría para las empresas extranjeras, y que México se convirtiera en importador de lo que se obtiene debajo de su propia tierra… Esperamos que la historia no se repita.