Un cántico común durante las semifinales de la Deutsche Pokal o Copa Alemana: Berlin, Berlin, wie fahren nach Berlin!, traducible como “¡Berlín, Berlín, nos vamos a Berlín!”, alusión a que la final de ese certamen tiene como sede fija la capital alemana, forma de clamar que su equipo ganará y para allá se trasladará.

Algo tan arraigado que, siendo la final del Mundial 2006 en el Estadio Olímpico de esa ciudad, los aficionados germanos lo entonaban desde la primera ronda. Noción que, a causa de la compleja historia alemana, es relativamente reciente. En los años cuarenta, con todo y la Segunda Guerra Mundial, la final de copa ya era en la sede berlinesa, algo que se perdería con la partición del país (en la que el OlympiaStadion quedó del lado occidental o capitalista del Muro) y sólo se retomaría en los años ochenta. Desde entonces y más una vez desaparecida la división, la copa alemana es siempre ahí.

Tradición incluso más añeja en otras de las grandes ligas europeas. La Copa francesa, por ejemplo, ha sido en París desde su nacimiento en 1918. Brincó por varios escenarios, como ese Colombes que albergara los Olímpicos de 1924 y el Mundial de 1938, hasta asentarse en el moderno Stade de France del suburbio de Saint-Denis. Similar, la FA Cup inglesa es de Wembley desde su construcción en 1923; su estreno ahí fue con la legendaria final del caballo, aquella en la que un policía montado abrió el espacio para que los fanáticos, sentados sobre la cancha de tan saturado el estadio, liberaran los confines del terreno de juego. Antes de Wembley, también fue siempre en Londres, iniciando en el Kennington Oval, hoy mucho más cercano al cricket que al futbol.

Circunstancia que no ha podido disfrutar España, donde cada decisión implica un desbalance en su precario equilibrio entre regiones, autonomías y culturas. Si de por sí la Copa del Rey ha cambiado de nombre según el momento político (fue Copa de la Coronación al llegar al trono Alfonso XIII; fue Copa de la República en los treinta; fue Copa de la España Libre en ciertos momentos de la Guerra Civil; fue Copa del Generalísimo al iniciar el régimen franquista; volvió a Copa del Rey con la restauración de la democracia), mucho más ha cambiado de sede y no tiene punto fijo para su disputa.

A cada año reabre la polémica, con el Real Madrid reacio a prestar su Bernabéu en negación a que el Barcelona se corone ahí y con los contendientes discutiendo por cuál ciudad les queda mejor o peor.

Por ello, el tema se zanjará por unos años. Se ha anunciado que de aquí al 2023 la final será siempre en el estadio de La Cartuja en Sevilla. Comunicado esto, nadie podrá protestar ni alegar persecución o discriminación.

Tan sencillo y espléndido que es el modelo alemán, francés, inglés… algo imposible porque para muchos en la geografía española, Madrid nunca será lo que para el común de los alemanes representa Berlín, para los franceses París o para los ingleses Wembley.

Twitter/albertolati

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