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Facebook: Raúl Alejandro Rodríguez Martínez

 

 

La semana pasada INEGI dio a conocer la cifra preliminar del Producto Interno Bruto de México al cuarto trimestre de 2019. De acuerdo con la estimación oportuna, la economía mexicana retrocedió 0.3% anual en el cuarto trimestre del año pasado. Como resultado, este dato nos lleva a concluir que el Producto Interno Bruto de México se contrajo durante todo 2019 en comparación con su nivel del año inmediato anterior – ubicándose la tasa de crecimiento anual en -0.1% frente a +2.1% en 2018. Esto es lo que conocemos como una recesión económica. Es la primera vez desde la crisis económica global de 2009 que el PIB de México cae. Hace 10 años, la economía global fue sacudida agresivamente como resultado de una crisis financiera en los Estados Unidos. En ese entonces, el PIB de México retrocedió 5.0%, mientras que el de Estados Unidos – su principal socio comercial y además el país en el que ocurrió el epicentro de esta crisis – cayó 2.5% anual.

 

Después de 2009, la economía mexicana registró un ritmo promedio de crecimiento anual de 3.0% durante el periodo 2010-2018. Este periodo comprendió dos años de la presidencia de Felipe Calderón y el sexenio de Enrique Peña Nieto. Si bien durante este periodo el país enfrentó en materia económica retos importantes y también tuvieron lugar críticas importantes – un crecimiento promedio anual de 3.0% es insuficiente para que la economía mexicana pueda sostener los ritmos de crecimiento poblacionales, al tiempo de que en este periodo se profundizó la desigualdad en la distribución del ingreso de las familias mexicanas – se comenzaban a sentar bases importantes de fortaleza en los fundamentales macroeconómicos junto con una batería de reformas estructurales que en el largo plazo podrían llevar a la economía mexicana a un crecimiento promedio anual mayor (estimado entre el 4.0 y el 5.0% anual).

 

Por otro lado, en este periodo el entorno global fue muy complejo, acompañado de caídas sustanciales en los precios de los energéticos, una economía internacional débil que tuvo que ser respaldada por estímulos monetarios y además hubo incertidumbre geopolítica, crisis económica en la periferia de la Zona Euro, entre otras. Bajo este contexto, la economía mexicana pudo entregar ritmos de crecimiento económico modesto pero atractivo para la inversión y el influjo de capitales.

 

Por el contrario, 2019 se volvió un año atípico. Si bien la debilidad global ha permanecido, el PIB global logró registrar una tasa de variación anual positiva, respaldada principalmente por el crecimiento económico de los Estados Unidos, ubicado en 2.3% anual. Las principales economías latinoamericanas, en general, tocaron fondo en los últimos años y en 2019 lograron entregar crecimiento económico. En contraste, en México ocurrió todo lo contrario. Si de por si los inicios de administración siempre se han caracterizado por ser años de debilidad económica (toma tiempo volver a echar a andar la maquinaria del gasto público, concretamente el de la inversión física), en esta ocasión nos enfrentamos a una nueva administración que ha dado un cambio de timón significativamente más agresivo que el de sexenios anteriores. Ha sido un cambio de paradigma dramático que ha implicado la toma incorrecta de muchas decisiones en materia de política económica.

 

Como resultado, esta es posiblemente la primera crisis económica del México moderno que puede catalogarse como “auto-infligida”, o bien, que dependió en mucho menor medida de causas internacionales como en las crisis previas.

 

Así las cosas, con información preliminar al cuarto trimestre de 2019, el sector secundario fue el principal causante de la caída del PIB. El sector secundario representa a la actividad industrial y, con ello, sectores estratégicos para México como son: la industria manufacturera, la generación y suministro de energía eléctrica, gas y agua; así como también la minería – donde viene la extracción de minerales y también la del petróleo. En tanto, el sector terciario o el de servicios – el cual pesa cerca 66% de toda la economía del país – también retrocedió el año pasado. Por su parte, el sector primario (agricultura, ganadería y pesca) si registró un crecimiento positivo en 2019, aunque su efecto para todo el país es marginal – representa tan sólo un 4% del tamaño total de la economía de México.

 

La Cuarta Transformación tendrá que replantear muchas de las medidas tomadas en 2019 si quiere reactivar el crecimiento económico. Por lo pronto, le va a jugar a favor el hecho de que 2020 tendrá un día productivo más que 2019 (es año bisiesto), lo que implicaría un ligero impulso al PIB. Además, por la base de comparación, la economía mexicana se esperaría que en 2020 repunte y salga de la crisis. En este sentido, lo que se prevé, manteniendo todo lo demás constante, México tendría que crecer entre 0.5% y 1.0% anual el próximo año sin hacer nada – y por nada entendemos que no haya ni decisiones favorables ni desfavorables para el crecimiento económico. Sin embargo, ya empezamos con un año complejo: persiste la incertidumbre geopolítica y un nuevo riesgo global a la baja podría afectar el curso de la economía internacional y de México – el coronavirus.

 

 

DAMG