El carbono azul u orgánico es el que almacenan los ecosistemas marinos, tales como los manglares, pastos marinos, marismas, pantanos y humedales.

México es rico en superficies que capturan y almacenan el carbono azul, como las costas de Quintana Roo, Yucatán y Baja California. Su vegetación funciona como una trampa para el dióxido de carbono (CO2), ya que lo atrapa bajo el agua, y aunque es una tarea que pasa desapercibida porque no lo puede ver el ojo humano, mantenerlo sumergido es vital para la salud del planeta.

La cobertura vegetal disipa la energía de las olas, controla la erosión y amortigua los impactos que ocasiona el aumento en el nivel del mar; es por eso que la conservación de los ecosistemas costeros es una medida de adaptación natural.

Los científicos los conocen como pozos de carbono y al rol que desempeñan “secuestrar” el CO2.

¿Por qué es importante preservar el ecosistema costero?

El carbono azul cubre menos de 0.5% de la superficie marina mundial, pero son más efectivos que un bosque tropical maduro, pues en un año logran almacenar entre tres y cinco veces más CO2 por área; además, logran atraparlo durante millones de años, explica la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés).

De acuerdo a datos de Conservación Internacional un manglar puede guardar 10 veces más CO2 que la misma superficie de un bosque terrestre.

Los pozos representan más de 50% del total de carbono contenido en sedimentos oceánicos, y al año secuestran una cantidad de carbono equivalente a casi la mitad de las emisiones generadas por el transporte a escala mundial, confirma la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas de México (CONANP).

Los ecosistemas marinos ayudan a proteger el medio ambiente porque purifican el agua, protegen las costas, sustentan pesquerías, conservan la biodiversidad y secuestran la contaminación. Y aunque son entornos favorables para un ambiente sano, sus tasas de degradación y pérdida van en aumento, lo que ocasiona impactos negativos como disminuir la capacidad de captar carbono, producen emisiones de CO2 a la atmósfera y acidifica las aguas litorales que afecta directamente a la población humana y a la biodiversidad.

A pesar de la importancia del carbono azul, hasta hace poco se comenzó a tratar el tema y los especialistas de la CONANP aseguran que se debe trabajar en dos vertientes principalmente: en la política urge impulsar la formulación de normas y regulaciones en materia de carbono azul, así como promover la educación y concientización en torno al valor sociocultural y ambiental de los ecosistemas que captan y almacenan carbono azul, como estrategia transversal para el logro de metas y compromisos nacionales e internacionales; y en la ciencia se debe aumentar y mejorar el trabajo científico con metodologías adecuadas, dirigidas a lograr una base comparativa detallada y específica de la cobertura nacional de los ecosistemas de carbono azul.

¿Qué es el carbono azul?

Carbono azul u orgánico que captan y almacenan los ecosistemas costeros de manglares, pastos marinos, pantanos y marismas.

Biodiversidad en el ecosistema marino

Marismas: proveen alimento y fungen como hábitat de poblaciones de peces y aves; son sumideros de contaminantes; actúan como barreras naturales que protegen de las tormentas a tierras continentales.

Pastos marinos: filtran las aguas y aumentan su claridad; son hábitat temporal y permanente de numerosas especies (por ejemplo, camarones y estrellas de mar, respectivamente) y constituyen la base de redes alimentarias de otros entornos estuarinos y costeros que a su vez sustentan gran cantidad y diversidad de especies; evitan la erosión de playas, manteniendo los sedimentos entre su sistema de raíces.

Manglares: desempeñan un papel importante en la atenuación del oleaje; funcionan como zonas de amortiguamiento frente a tormentas; son un hábitat crítico (sitios de reproducción, anidación y crecimiento) para peces, crustáceos, moluscos, aves y especies de importancia económica.

Fuente: SEMARNAT

LEG