@guerrerochipres

La identidad cultural del México contemporáneo sería impensable sin el antecedente de las miles de personas que recibieron refugio tras el exilio republicano, cuando Lázaro Cárdenas les abrió la puerta entre 1939 y 1942. Dos años antes, en 1937, León Trotsky fue acogido por esta tierra de refugio. Luis Buñuel, personaje incómodo y controvertido, encontró su segundo hogar aquí. A principios de la década del 80, Rigoberta Menchú, ganadora del Premio Nobel de la Paz, también llegó al país.  

Considerando este historial, parecía predecible que México asilara a Evo Morales, a pesar de que los acontecimientos se encadenaron en medio de una de las grandes tensiones políticas de la historia reciente de América Latina; incomodidades que también se vieron en otros casos icónicos de exilio. 

Esta recapitulación tiene relevancia porque en un escenario xenofóbico e intolerante, cuyas insignias son Donald Trump, Marine Le Pen y Jair Bolsonaro, México se ha mantenido como un punto de excepción. Sin duda, el éxodo de nuestros migrantes nos hace más sensibles a esta problemática. 

Los centroamericanos espejean la travesía de quienes, rebasados por la falta de oportunidades, abandonan México en busca del sueño americano. En lugar del Río Bravo, para los centroamericanos está el Suchiate, que bordea Guatemala y México.      

Cuando en los discursos diarios del Ejecutivo se plantea que la caravana migrante de Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala será tratada con una óptica humanitaria, la realidad es habitada por matices esperables. 

Se ha hablado de miles de empleos disponibles en la frontera sur, de albergues y atención médica, pero también es cierto que la mayoría de los mexicanos —y me atrevo a decir que de los habitantes de cualquier país— prefieren que sus fronteras sean resguardadas. 

Ya desde la década de los 90’s, el politólogo neoyorquino Samuel Huntington popularizó la noción de la frontera como un espacio de identidad compartida que para existir requiere “defenderse” de la invasión de otras identidades.

Ayer, la Guardia Nacional y el Instituto Nacional de Migración frenaron al grupo de 800 integrantes de la Caravana 2020 de centroamericanos que avanzaba sobre la carretera federal hacia Tapachula; los interceptaron a la altura del Municipio de Frontera Hidalgo, donde descansaban después de haber caminado más de seis kilómetros. Los indocumentados fueron trasladados a la Estación Migratoria Siglo 21.

¿Es falta de humanidad? ¿Es defensa de la seguridad nacional? ¿Es responsabilidad frente a una obligación para mantener cierto tipo de orden internacional? ¿Se debería permitir la violación flagrante a la ley de quienes en su intento de cruzar la frontera agredieron a elementos de la Guardia Nacional?

El Gobierno de México ha reiterado la posibilidad de entrar de manera ordenada y cumpliendo los requisitos de ley. Lo demás queda en los hechos.