El Insabi, ese engendro que sustituye al Seguro Popular, ése que ya le pasó una factura bien cara a muchos ciudadanos -en muchos casos una factura en términos de su salud, pero en otros una factura en sentido literal, porque les cobraron una lana-, es ante todo producto de la improvisación. Es decir: sí, el modelo, grosso modo, es un regreso a modelos setenteros, fallidos, que no usa ningún país con un sistema de salud pública razonablemente funcional. Lean a los que saben. A Julio Frenk, por ejemplo. Pero en lo menudo, en el detalle, se improvisó a mansalva: no se atendió a un dato, no se hizo un diagnóstico, no se diseñó una fase de transición. Al chilazo, pues. Y no pinta para que la cosa cambie. Digo, el titular del Insabi es arqueólogo. Repito: arqueólogo. Desbarataron un sistema obviamente fallido y sí, aquejado de corrupción, pero eficaz, por una improvisación digna de un juicio por negligencia. Literalmente.

Como se improvisó y según todos los indicios se improvisa todavía en lo que respecta a la seguridad pública. Hace un par de días Jorge Ramos volvió a una mañanera y le preguntó al Presidente por qué tenía una cifra récord de muertos en el año, por qué no había despedido al gabinete de seguridad y si pensaba cambiar de estrategia. El Presidente contestó en extenso, pero no respondió a una sola de sus preguntas, un poco porque no le convenía y un mucho porque no podía. Y es que llegó al poder, tras 12 años de campaña, sin un plan, un diagnóstico, una estrategia o un lo que quieran y manden, queridos lectores. Así, como que se andan complicando las respuestas.

También se improvisó con el desabasto de combustible autoinducido del arranque de sexenio, al disfrazarlo de una lucha contra el huachicoleo que por supuesto también hubo que improvisar. Como se improvisó el proyecto de Santa Lucía, al que no en vano le brotan cerros como a los ciudadanos les brotan lágrimas cuando tienen que esperar una eternidad para despegar en el Benito Juárez. Como se improvisó lo de pasarles una lana de la venta de la casa de Zen Li a nuestros atletas, y como se improvisará el año que viene si se pretende que esa lana les llegue de nuevo, porque el dinerito de la casa no da pa´tanto. 

De todas maneras, no hay que preocuparse. El Presidente de la República tiene la solución a todos los problemas derivados de la improvisación. La solución es improvisar más. Lo hace en cada mañanera, o más bien en las mañaneras en que alguien tiene efectivamente la posibilidad de hacerle una pregunta incómoda, como Ramos. ¿No les resulta súper tranquilizador?

                                                                                                                            @juliopatan09