@campossuarez

 

Llegar hasta este punto, en el que el acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) está a punto de ser aprobado por el senado estadounidense, ha sido un camino tortuoso para nuestro país.

Algunos de los peores momentos en los mercados financieros mexicanos de los últimos años fueron cortesía del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien desde su primera campaña presidencial detestaba pública y abiertamente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

No en pocas ocasiones amenazó a México con cancelar ese pacto si no se cumplía con su voluntad de tener un nuevo marco comercial de acuerdo con su visión y sus ambiciones. Sabe muy bien que nuestro país depende fuertemente del comercio con su nación.

Fueron negociaciones complejas que se toparon además con el cambio de gobierno en México. La 4T llegó al poder y le metió mano al acuerdo en la recta final de la negociación.

Un error grave del gobierno actual, del que poco se habla, pero que habrá de pesarle a México en los años por venir, fue sacar a nuestro país del acuerdo energético de América del Norte. Canadá y Estados Unidos se abren las puertas para garantizar energías suficientes y baratas, mientras que el dogmatismo de la 4T quiere regresar los energéticos al fallido modelo del control estatal.

Con este error a cuestas y con concesiones a Estados Unidos, con todo y la mano demócrata con sus inclusiones de última hora, que obligaron al Senado mexicano a hacer el oso de volver a aprobar lo que ya habían aprobado, pero el T-MEC quedó listo.

Es por eso que ahora que está cerca de terminar ese largo camino con los votos legislativos de Estados Unidos y Canadá, hay cierta alegría de que finalmente se pueda acabar esta pesadilla.

Pero este nuevo marco comercial, que debe brindar certidumbre a las inversiones trilaterales, siempre tendrá la amenaza de los estados de ánimo del presidente de los Estados Unidos.

El T-MEC no es una ley que deba cumplir el gobierno de la Casa Blanca, como sí lo es en México. Si ahora que esté de nueva cuenta en una campaña presidencial, a Trump se le ofrece usar a México como su costal de boxeo para ganar popularidad entre sus clientelas políticas, lo va a hacer.

Claro, se requeriría de mucho descaro para denostar un acuerdo que él negoció a su gusto y conveniencia, pero ¿quién mete las manos al fuego por la congruencia de Donald Trump?

Ya estamos cerca de tener un marco institucional para mantener el comercio dinámico entre México, Estados Unidos y Canadá. Ha costado mucho tiempo, muchos malos momentos y mucho esfuerzo a los negociadores.

Pero no es un escudo protector, no es una póliza de seguro, en contra de las ocurrencias del presidente de los Estados Unidos que habitualmente suele disparar a través de su cuenta de Twitter.