Adrian Trejo

Ayer en la homilía que se realizó en la Basílica de Guadalupe, quedó evidenciado el distanciamiento y hasta encono de la Iglesia católica con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

En la homilía, con motivo del Día de Reyes, el obispo auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México, Carlos Samaniego, aseguró que “México es un desastre’’.

Samaniego extrapoló la cita bíblica sobre los Reyes de Oriente, guiados por una estrella para llegar al pesebre donde había nacido Jesús.

Dijo que México es un desastre porque “no tiene una guía, una ilusión, un sueño. No hay estrella que guíe nuestros pasos’’.

El clérigo dijo también que en México “se realizan propuestas de fundamentalismos so pretexto de democracia’’.

Criticó la iniciativa de legalizar el aborto, iniciativa que comparó con la orden del Rey Herodes de asesinar a todos los niños judíos para que no hubiera otro rey.

Más allá de la anécdota y de las extrapolaciones del texto bíblico, está el hecho suficientemente comprobado del alejamiento del Gobierno de la 4T con el alto clero católico.

Aunque no lo ha dicho en sus mañaneras, se conoce que el Presidente de México ve como parte del sistema corrupto a la cúpula católica.

Por ello ha preferido convocar a la comunidad cristiana evangélica para apoyar sus programas sociales.

El ex presidente Felipe Calderón también se apoyó en una iglesia cristiana específica para respaldar su lucha contra la trata de personas; dicha iglesia fue apoyada con recursos federales, en efectivo y en especie.

Pero lo de López Obrador tiene mucho de venganza y no sabemos cuánto de convicción.

Porque el propio Presidente ha evadido su respuesta cuando se le pregunta cuál fe profesa: católica o cristiana.

Lo mismo acepta limpias de chamanes que imágenes de la virgen de Guadalupe y las oraciones de los pastores evangélicos que de vez en vez son convocados como parte de un gabinete social alterno.

No debería importar la fe del jefe del Estado mexicano si ésta no se antepone a los intereses de la nación.

Pero un Presidente que hace de la transparencia su bandera de Gobierno, su lema “no mentir, no engañar, no robar’’, tendría que por lo menos ser sincero sobre su fe.

Ello ayudaría a explicar muchos aspectos de sus decisiones, como la de negarse a responder al mismo nivel las agresiones que diariamente, a toda hora, sufre la población a manos de la delincuencia organizada.

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En su afán por hacerse del control total del INE, Morena tiene una oportunidad ni mandada a hacer este año, cuando deberán elegir a cuatro nuevos consejeros.

Y como Morena no se anda con cuentos, desde ya los partidos de oposición tendrán que ponerse a negociar una alianza para que por lo menos dos de los cuatro no tengan el hierro del partido en el Gobierno en la frente.

Olvídese de la mafufada de quitar a Lorenzo Córdova de la presidencia -nadie de los morenistas puede argumentar un solo hecho del consejero en contra de la democracia o la labor del instituto-, lo bueno será la elección de esos cuatro.

Glup.

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Pese a las espectaculares balaceras recientes, Tamaulipas se ubica en los sitios 18 y 21 en materia de homicidios dolosos e incidencia delictiva, de acuerdo con los datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Y por segundo año consecutivo, la entidad se mantiene por debajo de los 10 estados que registran mayor violencia.

Algo debe estar haciendo bien el gobierno de Francisco Javier Cabeza de Vaca.