Ya se ha hecho una costumbre que los días 25 de diciembre y 1 de enero de cada año amanezca el Valle de México y de Toluca con altas concentraciones de contaminación por partículas suspendidas menores a 2.5 micrómetros (PM2.5), así como de PM10. Ayer las PM2.5 alcanzaron a las 14:00 horas un máximo de 212 puntos del Índice de Calidad del Aire en la estación de San Cristóbal Huichochitlán, municipio de Toluca.

Y se aplicó la Fase II del Plan de Contingencia Ambiental.

Hablamos de una calidad del aire extremadamente mala para la salud, pues las PM2.5 son tan pequeñas (35 veces más pequeñas que un grano de arena fina de playa o 100 veces menor al diámetro de un cabello), y por eso penetran con facilidad a los pulmones y al torrente sanguíneo.

El Premio Nobel de Química Mario Molina asegura que, desde 2001 existe la comprobación científica, que estas partículas finas dentro del cuerpo humano afectan seriamente los sistemas pulmonar y circulatorio, y pueden originar infecciones respiratorias, derrames cerebrales, embolias, cáncer de pulmón y hasta infartos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) reportan que cada año se registran en el mundo más de 4 millones de muertes prematuras asociadas a la contaminación del aire. El científico Mario Molina estima que, en México, se registran 20 mil muertes prematuras vinculadas a la mala calidad del aire, principalmente en la población vulnerable como niños y ancianos. Y quien no muere, tiene efectos perdurables en la salud.

Cada noche de festejos navideños y de año nuevo la práctica de la quema de pirotecnia, de cohetes, llantas y el encendido de fogatas con madera, eleva considerablemente la concentración de las partículas finas que millones respiramos durante horas.

Una cuestión queda clara: por más operativos que se anuncian para evitar la venta y quema de cohetes, éstos no funcionan, pues el mercado negro sigue a sus anchas a costa de la salud de la población.

La estrategia de los gobiernos ha fallado por años; urgen cambios
en la materia.

Pero también existen otras fuentes que durante el año son generadoras de PM10 y PM2.5: la quema de gasolina en los automóviles; el uso de combustóleo (con alto contenido de azufre), gas y carbón en las plantas generadoras de energía eléctrica (como las de la CFE); el uso de químicos en la industria y los incendios forestales (como la reciente emergencia ambiental que el Valle de México padeció en mayo pasado), entre otros.

La atmósfera de la metrópoli se encuentra impactada casi todos los días por la contaminación por ozono, y en épocas de estiaje es cuando más se disparan las altas concentraciones por las partículas finas debido a los incendios forestales, principalmente.

¿Debemos enfrentar otra emergencia ambiental para reforzar medidas, programas y campañas?, la respuesta es clara: definitivamente, no. Las autoridades capitalinas y federales tienen el gran reto de mejorar la calidad del aire en más del 50% de los días del año, pues ahora
sólo se logran en promedio anual entre 15 y 20 días (de los 365) dentro de la norma ambiental.

¿Cuántos millones estaremos con algún padecimiento respiratorio y cardiovascular, sin saberlo, por respirar aire nocivo? Ahí la tarea histórica.

Desconectados

Algo que sorprendió ayer fue que la Ciudad de México se quedó sin reportes en la página y en la app del Sistema de Monitoreo de la Calidad del Aire (SIMAT) desde las 2:00 horas del miércoles, cuya falla las autoridades atribuyeron a un corte de fibra del servicio de telefonía-internet, y hacia las 17:00 horas el desperfecto continuaba.

Los reportes cada hora sólo se dieron por redes @Aire_CDMX y @SEDEMA_CDMX en los que se consignó que tuvimos mala calidad del aire por las concentraciones de partículas PM10.