Una narración con más de medio siglo de historia, continúa persiguiendo al futbol mexicano. Ante la caída de un gol rival en un Mundial, en los minutos finales de un partido que se percibía controlado, Fernando Marcos clamó ardiendo en pesar: “¡¿Por qué siempre nos tiene que pasar a nosotros?!”.

Y es que, desde entonces, es amplia la colección de desilusiones de último instante de nuestro futbol. Sea con Arjen Robben cayendo al área en 2014, sea con Oliver Bierhoff anticipando en 1998, sea con Maxi Rodríguez haciendo el gol de su vida en 2006, sea con la reciente derrota tricolor en la final del Mundial sub17 ante el anfitrión Brasil, sea en la semifinal del Mundial de Clubes disputada este miércoles. Así como hay naciones especializadas en ganar en los estertores finales de un cotejo, lo nuestro continúa siendo perder precisamente cuando ya todos giran la mirada hacia el árbitro intuyendo el cierre del tiempo regular.

El Monterrey no sólo hizo un juego dignísimo ante el cuadro que mejor juega hoy en Europa, que sin duda es el Liverpool. Incluso podemos decir que fue brillante, excelente en aplicación y concentración, valiente y propositivo, de gran parado y puntillosas descolgadas.

Sin embargo, al final no fue posible saltar la eterna barrera mexicana en este certamen, que es la ronda semifinal. Por supuesto, esto no tiene en absoluto que ver con el común de las actuaciones anteriores, que han sido frustrantes. Desde la edición inicial de este Mundial, realizada en 2000, no se había visto un desempeño tan loable como el de Rayados ante los Reds. Un par de décadas atrás, el Necaxa ganó al Manchester United el sitio en la segunda ronda y luego arrebató el tercer puesto al Real Madrid. Esta vez, aunque no haya alcanzado, el conjunto dirigido por Antonio Mohamed al fin ha dejado el mensaje de que en nuestra liga hay muy interesantes proyectos futbolísticos, de que somos capaces de competir con los más grandes, de que se nos ha de considerar como tercera fuerza a nivel de clubes, sólo detrás de Europa y Sudamérica (algo rara vez ratificado en estos Mundiales de Clubes; recordemos que exponentes asiáticos y japoneses ya han sido subcampeones).

Por muchos minutos no pareció superior quien así se sabía por la colosal diferencia en nombres y recursos económicos. Un buen rato en el que el Monterrey no consiguió vulnerar al mejor portero del planeta, Alisson Becker, prodigioso en diversos lances.

¿Por qué siempre nos tiene que pasar a nosotros? Sobre todo, porque el futbol se suele definir con talento. Y, al cierre del partido, el Liverpool demostró en una acción muy bien elaborada que tiene más.

Twitter/albertolati

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