Después de una consulta a modo, como las que acostumbra el Gobierno federal (sin transparencia y manipuladas en las que sólo se difunden las bondades del proyecto), el Tren Maya ya tiene el banderazo de salida. La votación aprobatoria por el “Sí” alcanzó el 92.3%. Según las autoridades así lo decidieron las comunidades indígenas y población en general por donde pasará la obra ferroviaria.

Las voces disidentes no tuvieron cabida en esta consulta popular.

El discurso triunfador dio paso al anuncio de que las licitaciones de ingeniería básica serán en enero y las obras empezarán en marzo o abril próximos.
El Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), que lidera el Tren Maya, ha señalado que las obras no provocarán desequilibrios ecológicos en los cinco estados por donde correrá el tren (Tabasco, Campeche, Yucatán, Quintana Roo y Chiapas), pero hasta el momento no han presentado la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), y a decir de su titular, Rogelio Jiménez Pons, ésta estaría lista en el primer trimestre del próximo año.

Exactamente se sigue el mismo modelo irregular que se aplicó para aprobar la construcción de la refinería de Dos Bocas, en Tabasco, y el aeropuerto en Santa Lucía, pues sin proyectos ejecutivos y sin estudios de factibilidad ambiental y económica, que marca la ley, se aprueban y después van armando los estudios.

Está demostrado que toda obra de infraestructura genera un alto impacto a los ecosistemas y máxime cuando se trata del plan ferroviario que pasará, y dividirá, el hábitat de jaguares, monos, ocelotes, loros, guacamayos, cocodrilos, entre otras especies.

Expertos y pobladores de las reservas de la biosfera de Calakmul, en Campeche (la segunda reserva de selva más importante después de la Amazonia), y de Sian Ka’an, en Quintana Roo, advierten de los altos riesgos que se corren con el Tren Maya en estas regiones, las cuales quedarán sin conectividad ecológica.

Ahora el Fonatur busca que 726.2 kilómetros del trayecto (de los 1,477 que tendrá) queden exentos de la MIA, pues argumenta que ya existe una red férrea -Chiapas-Mayab-, por donde se desplaza un tren de carga a una velocidad máxima de 20 km/hr; sin embargo, el Tren Maya con fines turísticos (y también de carga) está proyectado para una velocidad máxima de 160 km/hr.

Pese a que en el tramo donde existe la red férrea no habrá cambio de uso de suelo, sí habrá cambios de vías, se moverá mucha tierra, habrá deforestación y se construirán estaciones, entre otras obras más que impactarán hasta en la recarga del acuífero. Eso es lo que la sociedad necesita saber, qué alteraciones, destrucciones y cambios habrá en los ecosistemas de la región del sureste, y cómo se podrán resarcir, qué programas de mitigación se aplicarán y a qué costo.

¿Dónde está la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat)?, cuya dependencia sigue jugando el papel de fantasma como en Santa Lucía, la nueva refinería y ahora con este plan ferroviario.

La propia Organización para la Cooperación de Desarrollo Económico (OCDE) pidió al Gobierno federal que se respeten los compromisos ambientales en su agenda de proyectos como el Tren Maya y Dos Bocas, con el fin de ser congruentes en materia de sustentabilidad.

Hay más cuestionamientos que elogios para este proyecto, que es catalogado por las autoridades como un motor económico para el sureste del país.