Ha pasado más de una semana desde que el ex secretario de Seguridad Pública en el sexenio de Felipe Calderón, Genaro García Luna, fuera detenido en Estados Unidos por presunta conspiración para distribuir, poseer e importar cocaína al país a cambio de sobornos millonarios. La simple acusación contra el ex secretario es grave, aun cuando no haya sido declarado inocente o culpable, porque revela que las autoridades cuentan con información suficiente para presentar cargos en su contra. Al llegar a su audiencia, la cual se llevó a cabo en Texas donde fue detenido, diversos medios relataron que llegó esposado de pies y manos, con la típica vestimenta naranja que utilizan los reos en Estados Unidos. Parece una postal difícil de imaginar para el otrora gran policía de México y poderoso secretario.

 

Tras rechazar declarar en audiencia, ahora será trasladado a Nueva York, donde se desarrollarán las audiencias y tendrá que declararse culpable o inocente de los cargos que se le acusan. Parece algo paradójico, que el estratega que colaboró de manera muy cercana con las principales agencias de investigación de los Estados Unidos ahora esté en el banquillo de los acusados. Puede declararse culpable y negociar una pena menor a cambio de información, pero hasta ahora ha guardado silencio, lo cual no deja de sorprender, ya que incluso rechazó su derecho a la asistencia consular, según informó el canciller, Marcelo Ebrard.

 

El ex funcionario ocupó los principales cargos en materia de seguridad en el país, como la Secretaría de Seguridad Pública durante el sexenio de Calderón, la Dirección de la Agencia Federal de Investigación de México y la Coordinación de Inteligencia para la Prevención en la Policía Federal Preventiva, en el sexenio de Vicente Fox. Ésta no es la primera vez que es investigado por actos relacionados con corrupción, en el año 2001, el actual fiscal general, Alejandro Gertz Manero lo denunció por una probable participación en la adquisición de once aeronaves para la Policía Federal Preventiva.

 

Por lo que representó durante dos sexenios y por las relaciones de alto nivel con las que contaba, éste es un gran escándalo el cual va a alcanzar no solo a funcionarios, sino también a empresarios que hicieron fortunas con él, aunque no serán los únicos damnificados. El principal, hasta ahora es el ex presidente Felipe Calderón, quien intentó deslindarse del que fuera su mano derecha, escribiendo en sus redes sociales que desconocía por completo los hechos que se le imputan y que jamás tuvo información o evidencia sobre ello. Y concluyó, de confirmarse los hechos de los que se le acusa, ésta sería una gravísima falta a la confianza depositada en él. A pesar de que el ex presidente lo trate de minimizar y se intente deslindar, no es poca cosa que tu brazo derecho —el responsable de la seguridad del país—, esté acusado de traficar droga al país vecino.

 

El suceso deja dos lecciones importantes. La primera, que el tiempo le vuelve a dar la razón al discurso del presidente sobre la importancia de la honestidad. Es cierto, aunque se debe cumplir con los requisitos para acceder a los puestos, la honestidad es un valor muy importante, de lo contrario suceden este tipo de casos. La segunda, es remarcar la importancia del ejercicio periodístico. Ésta no fue la primera ocasión en que se señalaban los posibles vínculos entre García Luna y el crimen organizado. Autores como Anabel Hernández, José Reveles y Jorge Volpi hicieron señalamientos previos a la forma de actuar del funcionario que no fueron escuchados en su tiempo por las autoridades.

 

Por último y, a diferencia de lo que ha señalado el presidente, “de ver sólo hacia adelante”, considero que es necesario continuar con la investigación y las denuncias correspondientes, porque todos aquellos que de alguna manera se vieron afectados por la absurda guerra merecen justicia. Además, es necesario desarticular la red de complicidades, en la que participaban empresarios, colaboradores, funcionarios públicos y, en general, todos aquellos vínculos que le permitieron a García Luna mantenerse durante varios años en una posición clave de las administraciones panistas.