Uno de los temas que han estado en los reflectores en los últimos días es el de la ratificación del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), también conocido como el TLCAN 2.0– el Tratado de Libre Comercio de América del Norte que existió de 1994 a 2017.

Dentro de la agenda política de Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, siempre estuvo el relacionado con el comercio internacional, poniendo énfasis en México y China, dada su relevancia dentro del comercio de los Estados Unidos con el resto del mundo. Para Trump, ambos países han sido oportunistas con su país y han tomado ventaja de su mano de obra barata y monedas competitivas para beneficiarse del comercio con Estados Unidos. En este sentido, desde que Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos, dentro de las primeras medidas que tomó fue la de anunciar el proceso de renegociación del TLCAN en octubre de 2017, al tiempo que comenzó con una retórica proteccionista con China que culminó en las denominadas guerras comerciales que ambos países actualmente están resolviendo.

En tanto, los mandatarios de América del Norte comenzaron desde hace casi tres años el proceso de renegociación, el cual avanzó hacia la definición del T-MEC, el cual todavía no ha sido ratificado.Este fin de semana, el subsecretario para América del Norte de la cancillería mexicana, Jesús Seade, ha estado en reuniones de trabajo con Robert Lighthizer, el Representante de Comercio de Estados Unidos.

¿Por qué es tan importante para México (y para Estados Unidos) el T-MEC? Podríamos debatir por horas si el TLCAN que nació en tiempos de Carlos Salinas de Gortari ha sido un tratado comercial exitoso para México. Sin embargo, lo que si es un hecho es que el TLCAN ha sido un motor de crecimiento económico para nuestro país. Ahora bien, si le damos un punto a los críticos del tratado, este motor siempre ha sido dependiente de cómo le va a nuestro vecino del norte. En resumen, el TLCAN logró sincronizar nuestro ciclo económico con el ciclo económico estadounidense. Para ello, observen la siguiente gráfica:


 

La línea roja es el crecimiento anual del Producto Interno Bruto (PIB) de México. La línea azul es el crecimiento anual del PIB de Estados Unidos. Exceptuando la crisis del tequila que enfrentamos en 1995 – cuyo origen fueron factores netamente internos – el comportamiento del PIB de ambos países ha sido muy similar. El principal factor residió en la competitividad que adquirió el sector manufacturero mexicano frente a un modelo de negocio muy eficiente y globalizador de las principales industrias estadounidenses (especialmente la automotriz). Como resultado, se crearon cadenas de producción y distribución de dicho sector bajo las bondades que el TLCAN brindó para que dichos productores establecieran plantas de producción en México.

En este sentido, cuando a Estados Unidos le fue mal (crisis económicas de 2001 y 2008), a México también le fue mal. Por el contrario, en periodos de expansión económica estadounidense, México logró montarse en dicha fase y lograr hacer crecer también a su economía.

¿Pero qué ha sucedido desde 2017? La ratificación del TLCAN que anunció Trump en 2017 ha representado una importante fuente de incertidumbre para los principales productores estadounidenses y exportadores mexicanos. En consecuencia, planes de inversión, producción, distribución y exportaciones se han visto pausados por lo anterior. No obstante, la economía estadounidense cuenta con más herramientas y motores de crecimiento. En contraste, nuestra economía se volvió más dependiente de la industria manufacturera y la incertidumbre del T-MEC le ha afectado. A lo anterior, también se suman otros factores de deterioro institucional y de estabilidad económica como resultado de la nueva administración, lo que ha llevado a que la economía mexicana se haya desacelerado desde 2017 hasta llegar a la recesión en el tercer trimestre de 2019.

Esto se puede observar en la misma gráfica que les muestro al hacer un zoom in a los últimos dos años. La economía estadounidense (línea azul, ha logrado seguir acelerando su ritmo de crecimiento del PIB, mientras que México (línea roja) ha perdido todo dinamismo posible en su economía.

Por lo anterior, es trascendental para las autoridades mexicanas lograr que se ratifique el T-MEC. A diferencia de 2017, la animadversión que Trump mostraba ahora se ha convertido en una fuente de apoyo a favor de la ratificación del tratado, pues se está adentrando en tiempos electorales y necesita esa carta como punto adicional para convencer a su electorado de que vuelvan a votar por otros cuatro años en la presidencia. En tanto, a AMLO le urge que el tratado sea ratificado, pues reactivará uno de los motores importantes de crecimiento económico en tiempos de recesión.

En contra, está el factor de inseguridad, delincuencia y tráfico de drogas en México, el cual puede entorpecer el proceso de ratificación entre México y Estados Unidos. Adicionalmente, las sesiones del Congreso de Estados Unidos están por terminar por las vacaciones decembrinas. Poniendo todo en una balanza, es muy probable que se logre la ratificación del tratado. Sin embargo, suena más factible que esto ocurra hasta el primer trimestre del próximo año.