Imagine esas reuniones de gabinete donde se ponen a buscar algún indicador económico, uno, el que sea, que puedan presumir como un logro del primer año de Gobierno. Siempre tendrán el recurso de los otros datos, pero realmente es difícil encontrar algo que lucir.

Ahí está la inflación que finalmente ha logrado estabilizarse en torno a la meta. Pero este es un logro del Banco de México que no pueden presumir como un éxito de la 4T.

Ni hablar del crecimiento económico o de las inversiones o de la producción industrial.

Juran que ya se acabó el neoliberalismo, pero si pueden echar mano de una estrategia de tecnócrata y lucir una gráfica de los mercados financieros, pues vaya que no han dudado en presumir la estabilidad cambiaria como un triunfo político.

Mientras no pretendan meterse con el sistema de la libre flotación del peso, pueden equivocarse todo lo que quieran presumiendo la estabilidad frente al dólar como un logro personal de este Gobierno.

Cada vez que puede, el presidente Andrés Manuel López Obrador incorpora el tema cambiario a la lista de lo que considera sus logros en materia económica. Los funcionarios de su Gobierno y de su partido político también se han aprendido como mantra que la estabilidad del peso frente al dólar es su triunfo de la 4T.

Dice el rezo que en lo que va de este 2019 el peso se ha recuperado 4% frente al billete verde. Esa tonada se la aprendieron antes de que en semanas recientes se depreciara el peso hasta niveles casi idénticos a la fotografía de inicio de año.

Por allá de los primeros días de enero la paridad interbancaria estaba en 19.57 pesos por dólar y el cierre de ayer rondaba los 19.50 pesos por dólar. Claro, en este año la moneda tuvo sus episodios de volatilidad que lo llevaron, en la parte baja, a los 18.76 en abril y a los 20.14 en agosto.
Los que presumen al peso, no nos querrán recordar que la paridad cambiaria sufrió uno de los más complicados episodios en octubre del año pasado, cuando tras la cancelación de la construcción del aeropuerto de Texcoco la paridad pasó de los 18.80 a finales de septiembre a los 20.40 a mediados de noviembre del año pasado.

Ese sí que fue un factor interno. Aunque, la realidad es que la mayor parte de los movimientos de la moneda mexicana tienen que ver con hechos externos. De hecho, es más fácil achacarle los brincos al dólar a las políticas de Donald Trump que a las locales. En especial la guerra comercial con China ha enredado a los mercados financieros.

Claro que se agradece que no se hayan tomado medidas extremas en la política interna que provoquen nuevas burbujas especulativas en el mercado cambiario. Y también se valora que, al menos en el discurso, crean que la estabilidad de las finanzas públicas es un valor imponderable.
Pero debe quedar claro que no pueden adjudicarse el comportamiento cambiario como una acción de este Gobierno.