La marcha minoritaria que intentó llamarse en algún momento Megamarcha, y no llegó ni a seis mil personas, donde confluyeron panistas y priistas, pero sobre todo acarreados, no incluyó la pesadilla social llamada los anarquistas, que, impunemente, han hecho destrozos desde Ciudad Universitaria -donde llegaron al grado de quemar la bandera de México-, hasta el Centro Histórico.

Para los anarquistas hubiera sido muy importante montarse en una marcha de esas magnitudes. Sobre todo, si entendemos su hambre de protagonismo, pero no. Esta vez fueron sus jefes, los que les pagan por hacer destrozos por su paso, es decir, los jerarcas del PAN y del PRI, quienes, aunque lo nieguen, mueven grupos de choque, manipulan colonos, alquilan gente para todo. Es lo que mejor saben hacer.

Los anarquistas mostraron, con su ausencia, la presencia de quienes los manejan. Cómo iban a marchar los jerarcas de la vieja política al lado de sus grupos de choque de alquiler. Sería demasiado evidente que sus consignas no irían contra la marcha minoritaria y esto, se registraría en los medios.

Con toda impunidad actúan los anarquistas a la hora de romper vidrios, desarmar puestos, golpear automóviles, pintar monumentos, desgastar a los comerciantes y empresarios para que también se vuelvan contra el actual Gobierno federal. Valiente manera de hacer proselitismo, ya que no pueden por la vía legal.

Finalmente, la marcha de inconformidad, saturada de acarreados, fue vencida por los más de 250 mil mexicanos que llegaban a apoyar a su Presidente, y mostraron que no está solo. Sola está la oposición, que de su tarea social sólo queda un remedo.

La incapacidad de operar por los caminos correctos les obliga a gastar el dinero que debe encaminarse hacia la perfección de la democracia y lo destinan a tratar de descarrilar la Cuarta Transformación. Si no pueden gobernar por el desaire que la gente les hizo en las urnas tampoco quieren dejar gobernar a quien les ganó por las buenas.

Mientras tanto siguen manteniendo vagos sin ton ni son que debieron tener mejor destino, pero que la pobreza y la falta de oportunidades les obligan a alquilarse para delinquir. Desde luego, la tolerancia del actual Gobierno marca su estilo personal de gobernar. Pero mientras todo esto sucede hay pérdidas de los empresarios, quienes deben cerrar sus negocios para evitar los destrozos de quienes, con todo el resentimiento social de que son capaces, desatan una violencia unilateral financiada por el PAN y el PRI.

El simple hecho de que no marcharan este 1 de diciembre descubre a los que subsidian la violencia y las agresiones a la población. La oportunidad para que los anarquistas mostraran su autonomía estaba servida en charola de plata en las calles de la capital, pero nunca que dejó ver uno solo de ellos.

Este 1 de diciembre tenían los anarquistas todos los reflectores, todas las cámaras de los medios nacionales e internacionales, pero no se vieron ni sus luces, a pesar de su gusto obsesivo por el protagonismo en las calles y de la ira contenida contra todo lo que se les ponga enfrente.

La desesperación de la oposición llega a niveles de obviedad y vergüenza. Ojalá aprendan a reconstruirse y ser competitivos en las urnas, ya vimos que en las calles ni figuran.

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