Difícil cambiar los hechos antes de cambiar el discurso, Ricardo Peláez ha puesto la piedra fundacional de su gestión en el Club Deportivo Guadalajara apelando a que en adelante ya no se hablará de descenso sino de títulos.

Sin duda, eso corresponde a esa institución, a lo que representa para el país, a los millones de devotos que le rinden pleitesía y últimamente sólo le lloran, al pasado glorioso que acarrea y a menudo luce remoto en el espejo retrovisor.

Por supuesto, decirlo no sólo no basta, sino que puede volverse en contra de quien lo profesó de no accederse a ese resultado. Sin embargo, Ricardo ha entrado en la entidad rojiblanca como el triunfador que es, como personaje habituado a tremendos retos, como hombre que sólo concibe la realidad en términos de victoria… tal como un par de décadas atrás, cuando ya veterano reforzó a unas alicaídas Chivas y con ellas acarició de inmediato el trofeo de liga.

Entonces, como ahora, no faltarán las voces que recuerden su paso por el América, donde había jugado antes de emigrar en 1998 al Rebaño y del que fue un exitosísimo directivo antes de su escala en Cruz Azul que terminó recientemente. Entonces como ahora, también, se ganará al aficionado basado en valores cada vez menos frecuentes en nuestro futbol: coherencia, entrega, minuciosidad, pasión.

Al cabo de un par de años como delantero chiva, su rodilla ya no daba para más. Era tan alto su valor en el vestuario, su inspiración y ejemplo para el colectivo, que pretendieron renovarlo incluso a sabiendas de que su futbol estaba caducado. Congruente y resuelto, Peláez no aceptó, emprendiendo de inmediato su camino en los medios de comunicación. En ellos proyectó con tal claridad sus convicciones, que hasta tres veces dejó los micrófonos para trabajar como directivo: la primera en el Mundial 2002, la segunda cuando en 2011 el América le convirtió en presidente deportivo, la tercera que duró pocos meses entre su salida de las Águilas y su firma por Cruz Azul.

Mientras que el tiempo quita legitimidad a la mayoría (sobre todo, tiempo al aire contrastado con tiempo en la dirigencia, chocando lo que se expone en la teoría con lo que se logra en la práctica), Peláez ha sido capaz de salir siempre fortalecido en imagen y expectativas.

Ningún directivo antes tuvo a su alcance encabezar a tres grandes de nuestro futbol. Si Ricardo lo ha conseguido es por lo que su sola presencia promete.

Como he escrito antes en este espacio, parte del éxito de Chivas dependerá de tres variantes imprescindibles para que el efecto Peláez se haga evidente: tiempo, capacidad de decisión y recursos. A la luz de la conferencia de prensa en la que se le ha oficializado en el cargo, Amaury Vergara se los brindará.

Cambiado el discurso, es momento de cambiar la realidad. Esa que ya cambió en la selección dos veces, en el América que ahora cuesta recordar peleaba por no descender, en su Cruz Azul que tan buen arranque tuvo. Y la realidad de Chivas obliga a que en sus vitrinas ingresen trofeos y no pura nostalgia de lo que en tiempos añejos se conquistó.

Twitter/albertolati

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.