Estados Unidos entró al mes 125 de crecimiento sostenido. Como lo señaló ayer el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell: “La economía de Estados Unidos está en su onceavo año de expansión y las perspectivas siguen siendo favorables”. Nunca antes se había registrado un periodo de expansión económica tan prolongado y, sin embargo, tampoco hay precedentes en la historia reciente de tanta impaciencia social. Esta dicotomía solo se puede explicar porque el crecimiento ha sido secularmente bajo e insuficiente para resolver los problemas estructurales que aquejan a ese país. La Unión Americana enfrenta, además del crónico y elevado déficit público, el declive constante de su productividad y niveles inaceptables de desigualdad e inmovilidad social.

Estamos ante una paradoja. La sociedad más próspera y económicamente estable desde la Gran Recesión es el ejemplo vivo de que el mundo no podrá ser como lo imaginamos o, al menos, de que las cosas deberían cambiar. Para los jóvenes, la educación ya no es el medio para avanzar socialmente; el nivel de vida actual de los jubilados en nada se parece al de quienes vivían de sus pensiones cuatro décadas atrás y las clases medias están desesperanzadas porque el sueño de un futuro mejor se esfumó.

Hace 30 años veíamos con optimismo la caída del Muro de Berlín, símbolo del derrumbe de un sistema económico que dejó desolación y pobreza. El camino a la prosperidad estaba definido: el libre mercado. No había incertidumbre sobre el rumbo a seguir y lo único que se debía determinar era el nivel socialmente deseable de intervención gubernamental en la economía. Era un problema de grado o de énfasis, y nada más. No obstante, algunos confundieron el repliegue con la ausencia. Así, la falta de gobierno en áreas fundamentales, como las regulaciones financiera y antimonopolio, dio paso a los dos precursores de los actuales males sociales: la crisis del dotcom y la Gran Recesión.

 

A pesar de todo, nadie puede dejar de reconocer que desde la caída del Muro, en Estados Unidos se registraron los dos periodos más largos de expansión económica en los últimos 165 años. Sí es verdad que la economía creció, pero la sociedad no prosperó como se esperaba. ¿Qué falló? Un proceso de expansión que no estuvo acompañado de los valores ni de las instituciones políticas que debían dar sentido social a la nueva etapa (Milton y Rose Friedman, 1990). La falla fue de gobierno y no del sistema de mercado que ha dado a la sociedad la “libertad de elegir”.