Decía Eduardo Galeano que en la división internacional del trabajo unos países se especializan en ganar y otros en perder, y América Latina se especializó en esto último desde los tiempos de la colonia. Ésta fue la característica que convirtió a la economía latinoamericana en la fuente de productos primarios para las economías desarrolladas. Ahora, el intento de dominio no es a través de las armas, sino de sigilosos modelos económicos y políticos.

Mediante la imposición de estos modelos en América Latina, las ideologías de derecha dominaron el espectro durante décadas. Sin embargo, la energía de quienes reconocían la necesidad de replantear el modelo se fue acumulando, esperando ser desencadenada. Ese momento llegó en el siglo XXI, cuando lo que hoy se conoce como la Marea Rosa empezó a emerger en América Latina, dando paso a una oleada de gobiernos de izquierda, como los de Bolivia y Brasil, ambos casos interesantes por lo que representan hoy en día.

En Brasil, un líder carismático como Lula da Silva fue el encargado de abanderar a la izquierda en el gobierno. Cuando la marea estaba alta, Lula pudo realizar importantes políticas sociales, como Bolsa Familia, que ayudó a millones de habitantes a salir de la pobreza. Pero cuando la marea bajó, Lula fue encarcelado injustamente por el populismo de derecha que se piensa dueño de todo el mar.

En Bolivia, un indígena, Evo Morales, ganó la presidencia en 2006: un caso de éxito sin precedente. Bajo su mandato, la pobreza en la nación andina disminuyó y la brecha de la desigualdad económica se acortó notoriamente. Sin embargo, fue víctima de su propia actitud democrática, pues el plebiscito que propuso para acceder a una nueva reelección no le favoreció, dándole armas discursivas a una oposición ávida y ansiosa por recuperar el poder.

En el caso de Lula, la justicia ha dejado claro que las acusaciones en su contra no tenían sustento. Ahora se encuentra libre, listo para volver a enfrentarse al mar de las luchas ideológicas. En Bolivia, una nueva presidenta se ha autoproclamado en el cargo, sin haber sido electa de manera democrática. Por su parte, Evo Morales ya está en México, en donde no solamente se protegerá su integridad, sino que se tienen en estima sus valores democráticos y el haber hecho frente a la imposición ideológica con políticas que sí atendieron a la población.

La marea no estará siempre alta, pues las amenazas de quienes quieren el poder siempre se harán presentes y a ellas deberán enfrentarse los ideales y principios democráticos que son pilares de nuestra democracia. Permanentemente habrá jueces que intenten encarcelar a quienes luchan por la democracia, y oposiciones que expulsen a quien se preocupen por las mayorías. Ante tal panorama, debemos mantenernos alertas para defender y proteger los ideales democráticos que logren, finalmente, que a América Latina le toque ganar.

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