Antes de la época de las benditas redes sociales, cuando cubríamos las marchas del 2 de octubre, que nos dijeran a los reporteros, camarógrafos y fotógrafos “prensa vendida” sí calentaba.

Era convicción de los manifestantes que quienes cubríamos esos eventos no teníamos ni conciencia social ni tampoco éramos empáticos con las “luchas” del proletariado. Y nada más lejano de la realidad porque la inmensa mayoría de quienes reporteábamos en esos momentos éramos egresados de la UNAM, la UAM o la Septién.

Hoy, gracias a la guerra sucia que emprendió la derecha de este país –comandada al inicio por Fox y después consagrada por Felipe Calderón- la discrepancia entre los opuestos al proyecto de Nación del presidente López Obrador y quienes apoyan ese proyecto, ha llegado a un grado de violencia inaudita.

La confrontación entre AMLOvers y conservadores ha puesto a la prensa en medio de un fuego cruzado muy peligroso.

Unos y otros lanzaron un ataque frontal contra los representantes de los medios de comunicación. Desde los hechos de Culiacán y luego con la masacre en contra de las mujeres y niños de la familia LeBaron, inició una campaña que incluía descalificaciones como Prensa Prostituta, Prensa Chillona, Prensa Corrupta o Prensa Sicaria.

Si la nota era “a favor” del ciudadano Presidente (Prensa Corrupta), las barras del conservadurismo (me choca ese adjetivo, pero así están identificados hoy), lanzan los obuses en contra de los medios. Si, por el contrario, la nota tiene un sesgo a favor de los opositores al régimen (Prensa Prostituta), sus simpatizantes son los que acribillan a los medios.

En un país en el que desde hace años ejercer el periodismo es un deporte de muy alto riesgo, el que se les injurie por defender su labor (prensa chillona) enardece más a la tribuna, no importa si están a la derecha o la izquierda, arriba o abajo, el caso es madrear a los que cuestionan, preguntan e informan. Al final, para ellos, no importa en qué latitud se encuentren, la Prensa es Sicaria.

Como reportero cubrí la “mañanera” original. Como funcionario público del Gobierno del Distrito Federal, acompañé de domingo a domingo, al Jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador. Por ello, me consta que, siempre, el respeto a los medios, incluidos directivos, conductores, columnistas, articulistas, editorialistas, reporteros, fotógrafos y camarógrafos, fueron respetados aun cuando no le gustaran las notas.

Había más comunicación circular, creo que así se le llama a lo que sucede hoy en las conferencias matutinas del Presidente, y un respeto irrestricto del servidor público hacia los reporteros y viceversa. No había jilguerillos que intentaran inducir la mañanera para lucimiento de nadie, ni se recibían preguntas en el celular para quedar bien y luego querer cobrar por la aportación en la conferencia.

Desde siempre, el ambiente en contra de los medios, de los reporteros, de los fotógrafos y los camarógrafos, sin importar el medio al que representen, es hostil en la oposición y en el Gobierno, sea municipal, estatal o federal. Sin embargo, hoy los aplaudidores de quienes gobiernan y sus opositores, ponen en riesgo a los periodistas sin reparar que en lo que va del siglo han sido asesinados casi 150 profesionales del sector.

Y eso no se va a solucionar con nuevos premios de periodismo (ya me imagino quienes serán los nominados) ni con seguridad social; distender el odio en contra de los periodistas se va a lograr cuando los “conservadores” entiendan que su campaña de odio iniciada en 2006 para impedir la presidencia de López Obrador ya no funcionó y que, desde el otro lado, los AMLOvers comprendan que su movimiento ya ganó y ahora tienen que gobernar.

La Letrina.

Cuanto extraño esa cantaleta de “prensa vendida, cuéntanos bien”.