Si un equipo pudiera construirse de la noche a la mañana casi por efecto de una varita mágica: una grúa girando histérica, los niveles apilándose sólidos uno encima del otro, la terracería convertida en futurista rascacielos en escasos días.

Eso desearíamos los devotos del Guadalajara ahora que ha llegado el director deportivo más exitoso del futbol mexicano contemporáneo, Ricardo Peláez: un influjo tan poderoso que de pronto los balones entren al arco enemigo, ideas tan permeadas hacia toda la institución que las fuerzas básicas generen súbitamente los más prometedores talentos, un orden tan automático que su sola presencia baste para tornar el caos en armonía.

Sin embargo, eso resulta imposible. Por principio de cuentas, porque en el futbol, como en todo proyecto de la vida, nada resulta por mera inercia. Más allá de eso, porque las Chivas poseen severas limitantes para estructurar el mejor plantel de la liga: su filosofía restringida a mexicanos, los mejores nacionales motivados a jugar fuera de nuestro torneo, las restricciones de gasto, a lo que se añade una falta de estructura evidente desde hace buenos años.

Por ello, Ricardo Peláez deberá contar con tres factores, cada cual tan valioso como los otros dos: dinero, tiempo y capacidad de decisión. Dos de tres no bastarán. Si la directiva hoy encabezada por Amaury Vergara le concede presupuesto, margen para que sus ideas se consoliden y poder para asumir el destino deportivo de la entidad, el éxito brotará más pronto que tarde. Si una de las tres le es retirada (dinero de agotarse, tiempo de impacientarse, decisión por afanes de control), de nada habrá servido traer al mejor en ese puesto.

Las primeras contrataciones lucen muy interesantes y dentro de lo viable. Todo chiva quisiera ver desde ya una delantera conformada por Javier Hernández y Carlos Vela (como en divisiones inferiores, quince años atrás), mas eso difícilmente será. Lo factible es lo que juega en la Liga Mx y, puestos a ello, elementos como los necaxistas Ricardo Angulo o Christian Calderón, lo mismo que si se repatría a Uriel Antuna o si se consigue a Víctor Guzmán, representarían el mejor de los escenarios posibles.

Mucho más complejo es el tema del director técnico. Mientras Peláez sopesa opciones, tiene en el banquillo a una leyenda del futbol mexicano que, además, se ha comportado con absoluta serenidad en tiempos convulsos. No es fácil dirigir mientras se sabe que se sondea a eventuales sustitutos, Luis Fernando Tena podría quedarse e impregnar de su liderazgo sereno y sensatez al plantel. La otra alternativa planteada, Guillermo Vázquez, llegaría avalado por haber brillado con planteles que incluyen buena cantidad de mexicanos.

Todo esto es apenas el prólogo de la era Peláez, tan trabajador y apegado a respetar procesos que es el primero en descartar resultados por generación espontánea.

Ya quisiéramos que su varita mágica lo arreglara todo. Resignados a que así no será, esperamos ansiosos a que resuelva, a su ritmo y bajo sus condiciones, el mayor enigma de su carrera que es el enigma Chivas.

Twitter/albertolati

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