Las protestas en Bolivia contra la polémica elección que le otorgó el mes pasado una victoria al presidente Evo Morales ingresaron el lunes a su tercera semana, con una creciente presión de la oposición para que el presidente renuncie más el llamado a una huelga indefinida desde el martes.

 

Morales, quien llegó al poder en 2006 y se ha convertido en una figura icónica, ha defendido su reelección y ha respaldado una auditoría electoral internacional para salir de la crisis.

 

Sin embargo, la oposición, formada por el partido del ex presidente Carlos Mesa y por organizaciones civiles, profundizaba los llamados para que el líder de izquierda deje el poder.

 

Vencido un ultimátum a Morales, el titular del Comité Cívico de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, ante una multitud sostuvo que se acuerda “paralizar desde las cero horas de mañana (martes) 5 de noviembre todas las instituciones estatales y las fronteras de Bolivia de manera pacífica, pero firme y comprometida”.

 

En la lectura de la proclama, afirmó que no se afectarán las tareas de los aeropuertos internacionales, como tampoco los servicios básicos esenciales y la emergencia médica.

 

Camacho, que ha conseguido un amplio apoyo popular en todo el país, se comprometió a llegar a La Paz en búsqueda de la renuncia de Morales. Previamente había prometió “medidas que nos van a dar en cuestión de días la libertad de toda una nación”.

 

Mesa, que quedó en segundo lugar en las elecciones del 20 de octubre, calificó el domingo la candidatura de Morales como “ilegal” y propuso nuevas elecciones porque considera que hubo un fraude electoral.

 

En medio de la tensión política, este lunes el helicóptero que trasladaba a Morales en el interior boliviano tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia al presentar “una falla mecánica del rotor de cola durante el despegue”, sin daños personales, reportó la Fuerza Aérea Boliviana.

 

Morales ganó los comicios con un poco más de 10 puntos de ventaja, lo que le dio una victoria sin necesidad de un balotaje, pero el triunfo se vio empañado por una demora de casi 24 horas en el conteo, que cuando se reanudó mostró un cambio brusco e inexplicable a favor de Morales.

 

El giro provocó feroces protestas, con manifestantes que se enfrentaron con la policía, gases lacrimógenos en las calles y bloqueos de carreteras y huelgas en muchas ciudades de todo el país.

 

 

AUDITORÍA

La Organización de Estados Americanos (OEA), el observador formal de las elecciones, ahora está llevando a cabo una auditoría del recuento, que se espera se complete a mediados de mes. El organismo había planteado preocupaciones después de que se detuvo el recuento de votos.

 

Morales, exlíder sindical de los cocaleros, defendió su victoria electoral y destacó años de relativa estabilidad y crecimiento bajo sus mandatos.

 

La líder del Senado, Adriana Salvatierra, dijo que Morales estaba pidiendo paz y que el Gobierno no se inclinaría ante el ultimátum del grupo cívico de Camacho. “No vamos a caer en presiones, esperaremos el fin de la auditoría”, dijo.

 

Edwin Herrera, portavoz del partido de la Comunidad Ciudadana de Mesa (CC), destacó las semanas de bloqueos, movilizaciones y marchas, que dijo que “nunca antes se habían visto en la historia política de nuestro país”.

 

Morales, con cerca de 14 años en el poder, ya había provocado ira entre algunos bolivianos antes de las elecciones cuando decidió postularse para un cuarto mandato desafiando los límites de mandato y un referéndum en 2016 que votó en contra de que lo hiciera.

 

El enfrentamiento electoral ha tensado al país productor de gas y alimentos, y algunos están cada vez más preocupados porque la salida de la crisis parece incierta.

 

PAL