Mucho se ha hablado de las cuatro horas de enfrentamientos, 14 muertos, narcobloqueos, fuga de reos y pánico generalizado entre la población de Culiacán, que escenificaron los integrantes del cártel de Sinaloa, luego del “operativo” que instrumentaron las fuerzas federales para detener al sucesor de Joaquín El Chapo Guzmán, sin embargo, nadie quiere presentar su renuncia, a pesar de que para la administración de Andrés Manuel López Obrador representa un duro golpe a su “estrategia” de seguridad y a la imagen de México ante el mundo.

Una revisión a las acciones emprendidas por el Gabinete de Seguridad encabezado por Alfonso Durazo, durante los 11 primeros meses de este gobierno, permite comprobar que más allá de su narrativa triunfalista y cifras alegres, los números no cuadran, la percepción de inseguridad sigue siendo alta 71.3% como lo señala la más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del INEGI.

Los datos oficiales de enero a septiembre de 2019, de acuerdo con el Observatorio Nacional Ciudadano, organización de la sociedad civil que da puntual seguimiento a la incidencia delictiva, indican que los homicidios dolosos, feminicidio, robo con violencia, robo a transeúnte, robo a bordo de unidades de transporte público, trata de personas y narcomenudeo, por mencionar algunos, delitos van al alza.

Francisco Rivas que encabeza el ONC pronostica que este 2019 será el año más violento de la historia, muy por encima de 2017 y 2018 en los que los delitos violentos alcanzaron máximos históricos y rompieron récords respectivamente en cuanto a los años con las mayores tasas de homicidios.

¿Entonces cómo queda la estrategia de seguridad defendida a ultranza casi todos los días desde Palacio Nacional por López Obrador?
¿Qué pensar de la negativa de Durazo a separarse del cargo bajo el argumento de que “a esos puestos públicos no se renuncia”?
Cómo interpretar la sumisión pública del general secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González, y la posterior publicación de dos videos en los que los militares llaman cobardes a los narcos del cártel de Sinaloa y otros videos más en los que la tropa asume su compromiso de acatar órdenes superiores, pero aclaran que no están de acuerdo con lo que se ha hecho.
¿Qué esperar para los siguientes operativos, si es que los habrá, cuando el propio Durazo presume que nunca como ahora se ha tenido tanta coordinación en el Gabinete de Seguridad?

“Seguramente no hay precedente en la historia de nuestro país, en la que los integrantes del Gabinete de Seguridad tengamos una coordinación y un entendimiento como sucede con los integrantes del Gabinete de Seguridad del gobierno del presidente López Obrador”, dijo el sonorense.

El gobierno federal intentará una vez más justificar el fallido operativo y para ello prepara un “informe exhaustivo” de los hechos ocurridos el pasado 17 de octubre en la capital sinaloense, documento que presentará los primeros días de esta semana el presidente en Palacio Nacional, donde difícilmente habrá preguntas incómodas y sí muestras de apoyo incondicional al trabajo de su Gabinete de Seguridad.

“Se está trabajando en la investigación, en el relato, queremos que sea exhaustivo, porque es nuestra responsabilidad… transparencia completa, no ocultar absolutamente nada, decir toda la verdad”, aseguró López Obrador.

Lo cierto es que la presión mediática, al interior del mismo Gobierno federal, de los legisladores del partido que lo llevó al poder, del secretario adjunto de Estado de EU, Richard Glenn, y de su círculo cercano, hacen que la salida de Alfonso Durazo del Gabinete de Seguridad sea la bocanada de aire fresco que necesita López Obrador para llegar a su primer año de Gobierno con la misma popularidad que lo encumbró en el poder.