Entre desafíos y retrocesos se mueve la política ambiental del país.

Por un lado se impulsa reactivar la actividad petrolera (con la refinería de Dos Bocas, en Tabasco) y, por el otro, seguir utilizando combustibles fósiles para generar energía eléctrica.

El retroceso está a la vista, el Gobierno federal prefiere seguir generando gases de efecto invernadero a promover un crecimiento económico a partir del desarrollo de nuevas tecnologías que permitan modernizar infraestructuras y extender el uso de las energías solar y eólica.

Por eso resulta incongruente el mensaje de Leopoldo Vicente Melchi García, quien al asumir la semana pasada como Comisionado Presidente de la Comisión Reguladora de Energía (CRE), defendió la soberanía energética del país, pero a partir del uso de combustibles fósiles: petróleo, gas y carbón para generar energía eléctrica.

¿Cuál es la señal o la ruta a seguir? ¿O combatimos el cambio climático con proyectos sostenibles o se continúa coadyuvando con el calentamiento del planeta y contaminando todo tipo de ecosistemas?

Plantas en Coahuila de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) están siendo alimentadas con carbón, y en otras regiones las centrales emplean combustóleo y gas natural, altamente contaminantes y que provocan mayor concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.

Por ejemplo, los expertos señalan que las tres plantas carboeléctricas, generan entre 23 y 25 millones de toneladas de bióxido de carbono (CO2), y las de combustóleo (termoeléctricas y combustión interna) emiten a la atmósfera entre 29 y 31 millones de toneladas de CO2. Tomando en cuenta, reafirman los especialistas, que ambos valores estimados tienen como base el coeficiente de emisiones y su tendencia de participación en la matriz de generación.

No es un secreto para nadie que el diésel que emplean las plantas de combustión interna es muy contaminante, y sus emisiones son altas en óxidos de azufre y nitrógeno (que al combinarse con la humedad en el ambiente forman los ácidos nítrico, sulfúrico y clorhídrico), elevando las concentraciones de sustancias ácidas en la atmósfera.

Por eso, en época de lluvias son constantes las precipitaciones ácidas que impactan severamente el suelo, flora, fauna y cuerpos de agua, así como a la salud humana, ya que si la lluvia ácida cayó en un día soleado al evaporarse afecta vías respiratorias y el sistema pulmonar.

Con los proyectos que mantienen las autoridades no se tiene claridad sobre cómo vamos a reducir la huella de carbono, pues la economía sigue cimentada en patrones altamente contaminantes y peligrosos para el planeta.

Lamentablemente, el retroceso en la política ambiental apunta a que así se mantendrá en todo el sexenio del actual Gobierno federal. De qué valen las cumbres mundiales sobre acción climática si aquí en nuestro país vamos con pasos para atrás.

El planeta padece hoy más calor, pues es un proceso gradual y ello es producto de los gases efecto invernadero, que la especie humana se ha encargado de generar.

Ya lo hemos expuesto en esta columna, cómo en los últimos 100 años subió 1 grado centígrado la temperatura global, y estamos viendo qué impactos está provocando con las alteraciones a los patrones de lluvias y creando más corredores secos en zonas que antes eran altamente húmedas.

El desafío del país, ante el calentamiento global, apunta en impulsar y acelerar una agenda de energías renovables, bajar la tasa de deforestación, frenar el arrasamiento de suelos naturales y centrar el desarrollo descarbonizando la economía.

Cada sexenio es un cambio de ruta, pero desafortunadamente en este rubro ambiental vamos a pasos agigantados para seguir destruyendo ecosistemas y dañando más al planeta.