Foto: Especial De acuerdo a datos de la Fundación Nobel, el galardonado de mayor edad hasta antes de este miércoles había sido Leonid Hurwicz a los 90  

¿Qué tienen en común una adolescente paquistaní y un científico alemán de 97 años de edad? A partir de este miércoles, ambos son parte de la selecta lista de Premios Nobel: Malala Yousafzai en el rubro de la Paz y John B. Goodenough en Química.

 

Si la paquistaní es la más joven galardona hasta ahora -pues ya se habla de que la activista medioambiental Greta Thunberg, de 16 años, uno menos que Malala, podría desbancarla- el científico alemán que ha desarrollado su carrera en Estados Unidos es el de mayor edad, pues lo recibirá el próximo mes a los 97 años de edad.

 

Y la veterania parece ser lo suyo, como lo muestra el hecho de que a los 24 años uno de sus primeros profesores en la Universidad de Chicago le reclamó: “¿No sabes que cualquiera que haya hecho algo significativo en física ya lo había hecho cuando tenía tu edad; y quieres empezar?”.

 

El ganador del Nobel de Química y considerado el padre de la batertía de iones-litio, fue alumno de la Universidad de Chicago hace 73 años, donde recibió ese reclamo de John A. Simpson, miembro del Proyecto Manhattan -creador de las bombas atómicas- y pionero en el estudio de los rayos cósmicos.

 

Antes había estudiado en Yale, y tras su paso por Chicago y evitando la jubilación obligatoria en Oxford, se refugió en el área de ingeniería de la Universidad de Texas en Austin, donde se afirma que sigue llegando a las ocho de la mañana o antes inclusive.

 

Su nuevo trabajo, de acuerdo a una reseña y entrevista de la U Chicago Magazine, apunta a mejorar las baterías para seguir a la baja el uso de combustibles fósiles y en consecuencia los gases de efecto invernadero que surgen en el proceso de convertir aquellos en electricidad.

 

Pretende una forma confiable y eficiente de almacenar y transportar energía eólica y solar.

 

“Tenemos que, en el futuro cercano, hacer una transición de nuestra dependencia de los combustibles fósiles a una dependencia de la energía limpia”, dice. “Entonces, eso es lo que estoy tratando de hacer antes de morir: dejar un mundo mejor y más limpio”, señaló el Nobel.

 

De acuerdo a datos de la Fundación Nobel, el galardonado de mayor edad hasta antes de este miércoles había sido Leonid Hurwicz, que ganó el Nobel en Ciencias Económicas en 2007 a los 90 años de edad.

 

Con uno menos se ubica Loyd Shapley, que en 2012 lo alcanzó en el mismo rubro de Economía. A los 88 Doris Lessing obtuvo el de Literatura, mientras que a la misma edad pero en 2002 en Física lo obtuvo Raymond Davis Jr.

 

Goodenough fue considerado “un estudiante atrasado” porque sufría de dislexia, un padecimiento no diagnósticado de manera adecuado en su niñez, pero el ejemplo de su hermano y la educación “rigurosa y altamente estructurada de la Groton School en Massachusetts, le permitió llegar a Yale en 1940.

 

Fue la dislexia la que lo alejo de matricularse en derecho o ciencia política y lo empujo a la física a los 24 años de, edad cuando ya se ha hecho todo lo significativo, pensaba su profesor Simpson.

 

En Chicago el trabajo no le resultó sencillo pues ingresó tras varios años en el Ejército. En esa universidad se integró al equipo de Enrico Fermi, quien era de la “vieja escuela”, dice el ahora galardonado, pues como otros profesores, solo abordaba lo que le interesaba y cada alumno debía encargarse de los huecos.

 

Eran profesores que tampoco se interesaban mucho en guiar a los alumnos al fin del camino. En su primera reunión de asesoría de tesis Clarence Zener, experto en estado sólido, le dijo: “Tienes dos problemas. El primero es encontrar un problema y el segundo es resolverlo. Buen día.”

 

Luego de resolver el problema de su tesis, Goodenough sacó provecho de la crisis del petróleo del siglo pasado, pues se destinaron fondos gubernamentales para investigar tecnologías de energía renovable y eficiencia energética que él aprovechó.

 

“Nuestra dependencia del petróleo extranjero estaba haciendo al país tan vulnerable como la amenaza de los misiles balísticos de Rusia”, escribió el físico en su autobigrafía publicada en 2008 y que ahora deberá reescribir para agregar su Nobel de Química.

 

De ahí iniciaron los antecedentes de la batería de iones-litio, específicamente la estructura del cátodo original de litio-cobalto que a la fecha hacen funcionar la mayoría de teléfonos celulares y tabletas, y que reformadas con un cátodo de litio-manganeso impulsan modelos eléctricos de automóviles.

 

El centro de su trabajo actual es seguir a la búsqueda de una nueva innovación en su campo.

 

A su edad, “no le queda mucho tiempo y realmente desea poder resolver el problema”, dice Goodenough. “Y creo que estamos en la cúspide de poder hacerlo”, dijo a la revista de la Universiad de Chicago.

 

 

 

jhs