En el patio del recién desalojado penal de “Topo Chico”, un hombre ataviado como forense, con guantes y mascarilla, peina la tierra con un radar terrestre buscando fosas clandestinas, en la que fuera una de las prisiones más violentas de México por décadas.

 

A su alrededor, decenas de policías y militares con perros retomaron el martes las labores de rastreo, que fueron activadas la semana pasada tras las denuncias de familiares de reos que aseguran que desaparecieron de la cárcel, que cerró el 30 de septiembre luego de 76 años de motines, incendios y sangrientas riñas internas.

 

 

“La búsqueda es lo más importante (…) Será por tiempo indefinido, hasta que terminemos de peinar toda la zona como debe ser. La parte más difícil (…) es bajo tierra, lamentablemente, pero tenemos que hacerlo”, dijo a reporteros Aldo Fasci, secretario de Seguridad del estado norteño Nuevo León, donde se ubica la cárcel.

Topo Chico, que el gobierno dice convertirá en una suerte de museo para disuadir a los jóvenes de caer en las garras de la delincuencia, será recordado por una masacre en 2016 que dejó 49 muertos y una docena de heridos en una disputa entre el Cártel del Golfo y Los Zetas por el control del recinto.

 

Y aunque Fasci descartó que hubiera indicios sobre presuntas fosas clandestinas en el penal, que cuenta con un área de 10 hectáreas, policías removían la tierra de los patios con picos y palas y decenas de perros, en su mayoría pastor belga malinois, husmeaban por doquier guiados por uniformados.

“Son leyendas, pero tenemos que o confirmarlas o descartarlas (…) en la calle se dicen muchas cosas pero capaz que son mentiras”, dijo Fasci sobre las historias de las fosas en Topo Chico, donde hace décadas estuvo preso un médico que inspiró el personaje Hannibal Lecter, protagonista del exitoso libro convertido en película “El silencio de los inocentes”.

 

RYHP