¿Qué nos hace estar insatisfechos con la vida? Hay tantas posibilidades como seres humanos: las relaciones familiares, el desamor, la falta de amigos o de dinero, frustraciones laborales, una salud deteriorada y, en general, la imagen de lo que deberíamos tener. Las perspectivas de futuro pueden ser fuente inagotable de preocupaciones.

 

El sufrimiento y/o circunstancias químicas del cuerpo humano pueden llevar a la máxima negación de la vida que es el suicidio. Ese triste tema que, en palabras de Albert Camus, es “el único problema filosófico verdaderamente serio; juzgar si la vida es o no digna de vivirse…”.

 

El 10 de septiembre es el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. Con ese pretexto, recogemos algunos números que den mayor voz a este silente y doloroso problema.

 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que, en el mundo, anualmente se suicidan cerca de 800 mil personas. En México, la última medición nos dice que en el 2017 se registraron 6,494 suicidios. Casi el 1% de las muertes ocurridas y registradas en ese año.

 

En el 2017, la tasa fue de 5.2 fallecimientos por cada 100 mil habitantes. Una tasa que se ha mantenido con mínimas variaciones desde el 2014.

 

Cabe destacar que el suicidio es la segunda causa de muerte en la población de 15 a 29 años. Asimismo, en el grupo de 20 a 24 años es donde se encuentra la tasa más alta.

 

Podríamos pensar que las entidades federativas con mayores índices de violencia o de pobreza son aquellas donde más suicidios ocurren en tanto que se presentan más dificultades para el desarrollo de la vida. Creo que aquí también la estadística nos va a sorprender.

 

El comportamiento de los suicidios en 2017 muestra que la mayor incidencia sucedió en Chihuahua (10.7), le sigue Aguascalientes (10.1), Sonora (9.1), Yucatán (8.8) y Quintana Roo (8.2). En tanto que Guerrero (1.9), Veracruz (2.6), Oaxaca (3.1), la Ciudad de México (3.2) y el Estado de México (3.2) presentan las tasas más bajas.

 

Tal vez la violencia y la pobreza de algunos lugares, paradójicamente, impulsa la existencia porque te mantiene “a las vivas”, más cuando de ti dependen otros.

 

Así también lo entiende Viktor Frankl, al mostrar que las calamidades pueden ayudar a descubrir el sentido de la vida. Facundo Cabral también decía, “el tumor (hablando de la adversidad) no siempre te mata, a veces te despierta y te hace más agradecido”.

 

La persona que considera el suicidio sufre intensamente. Seguramente pasará por momentos llenos de tristeza y sobre todo de desesperanza. Sólo él sabe lo que ocurre y se requiere ayuda profesional para salir adelante. La fuerza de voluntad no siempre es suficiente.

 

Además de la medicación que el profesional podría recetar, hablar sobre el suicidio colabora para que la persona analice sus pensamientos y conductas autodestructivas. Con apoyo, encontrar una mejor solución al suicidio es posible: “siempre vendrán tiempos mejores”, cantaba Yuri.

 

DAMG

 

Maestro en Comunicación Institucional. Director de los Posgrados en Comunicación de la Universidad Panamericana.