México carece de vocación para crecer. Su acervo empresarial es insuficiente para generar la masa crítica de innovaciones, proyectos e inversiones, que se requiere para romper el techo actual de 2% de crecimiento potencial. Además, el país no cuenta con la infraestructura social que, de manera natural, lo lleve a privilegiar la producción y la inversión sobre el consumo y las actividades rentistas. Y con la inversión no sólo me refiero a aquella que incrementa la infraestructura y crea capital físico para la producción. En esta ecuación también es indispensable la inversión para formar capital humano. México necesita ejércitos de emprendedores, ingenieros y matemáticos en todas sus regiones.

En el mediano plazo, la aprobación del T-MEC nos dará un respiro, ya que traerá un mayor crecimiento de las manufacturas gracias a la inversión extranjera adicional que llegará al país. Sin embargo, esa inversión seguirá siendo insuficiente si no adaptamos la infraestructura social y generamos una nueva mística, donde el emprendimiento sea aspiración de cualquier mexicano. Antes que la innovación y la inversión está el espíritu emprendedor, pero no ese que solamente busca comercializar o dedicarse a los sectores tradicionales. Necesitamos empresarios dispuestos a producir capital para la producción –maquinaria, equipos y sistemas-. Es urgente que, de una vez por todas, pasemos de las manufacturas ligeras hacia las más complejas y sofisticadas.

La infraestructura social requerida implica eliminar el rentismo que, en gran parte, se deriva de la relación entre el Gobierno y el sector privado. La política de austeridad y la lucha incisiva contra la corrupción que esta administración ha puesto en marcha abonan en esa dirección. El andamiaje para crecer también exige: priorizar el gasto en infraestructura sobre otro tipo de erogaciones gubernamentales; acorazar los derechos de propiedad y la seguridad jurídica y física de personas y empresas; promover una intensa competencia en todos los sectores y preservar la estabilidad macroeconómica.

El sistema financiero nacional cuenta con los recursos suficientes para apoyar el crecimiento, pero faltan proyectos, y estos solo llegarán con un nuevo empresariado. Y si bien es cierto que el sistema bancario va a la zaga en instrumentos y oferta para la inversión productiva, el mercado bursátil ya tiene cómo superar esa carencia.

En el pasado, la estabilidad era crucial para sentar las bases del desarrollo. Hoy, con esa batalla ganada y en una coyuntura de estancamiento económico, la idea de crear la vocación de crecimiento debe ascender al rango de prioridad nacional.