En México, más que movilidad, parecería que tenemos “inmovilidad” social. En la columna anterior la estadística nos mostró que, pese a sus sacrificios, son pocos los que habiendo nacido en el segmento más necesitado y desprotegido, consiguen salir de la pobreza. Muchos menos quienes llegan a los grupos de mayores ingresos.

Trabajar arduamente y no conseguir salir adelante parecería una maldición. Una condena similar a la de Sísifo, aquel hombre —referido en La Odisea— forzado a empujar cuesta arriba una pesada piedra que justo antes de llegar a la cima rodaba hacia abajo obligando al desdichado, día tras día, a empezar de nuevo. Vana y agotadora lucha la de Sísifo, como la de tantos mexicanos.

La riqueza de la familia con la que llegas a este mundo no depende de ti. Es parte de la lotería de la vida. ¿Sabes qué más influye en este sorteo? La región en la naces. El Centro de Estudios Espinosa Yglesias nos muestra que nacer en el sur de México (Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Tabasco, Yucatán, Campeche y Quintana Roo) implica menores posibilidades que en el norte del país de subir desde la parte baja de los grupos sociales.

En el sur de la República Mexicana, 67 de cada 100 que nacen en el segmento más pobre se quedan ahí. En cambio, en el norte, sólo 25 de cada 100 de quienes nacieron en las mayores condiciones de necesidad se mantienen en el mismo lugar.

El CEEY también muestra que una mujer que nació en la base de la escala social tiene menos posibilidades que un hombre de salir de la pobreza. Y otro dato, tremendo y discriminatorio, las personas de tono de piel más oscuro experimentan una menor movilidad hacia arriba. Imagínese si una persona suma estas características, y además alguna discapacidad: la fatalidad se vuelve casi imposible de sortear. En un país con tan poca movilidad social, es sacarse la “rifa del tigre”.

El sentido común también nos dice que algo similar sucede con la educación, es decir, a mayor nivel de escolaridad, en principio, mayores oportunidades para mejorar tu nivel de vida. Al respecto, conviene saber que existe una estrecha relación entre el nivel educativo que alcanza una persona en función del que tuvieron sus padres. Cuando los padres no tienen estudios, la mayoría de los hijos llegan hasta la primaria y la secundaria. En cambio, cuando los padres tienen estudios profesionales, la mayoría de los hijos alcanzan el mismo nivel.

Recientemente platicaba estos temas con una persona y me decía: “por eso hay que estudiar más, y echarle ganas, y participar socialmente, y leer más, y hacer ejercicio”. Sí, está muy bien, el problema es que cuando tus preocupaciones se centran en qué comer o cómo pagar medicinas, hay otros temas que, aunque importantes, pasan a segundo plano.

Con motivo del Informe de la actual Administración Federal, conviene recordar que es prioritariamente obligación del gobierno que la población tenga lo básico desde lo cual impulsarse. Lo demás nos toca a cada uno.

 

DAMG

Maestro en Comunicación Institucional. Director de los Posgrados en Comunicación de la Universidad Panamericana.