El desarrollo del país requiere la disponibilidad de una oferta de gas natural sostenida, regular, estable y suficiente para la producción de energía eléctrica, petróleo y manufacturas. Desafortunadamente, el gas que se produce en México no basta para satisfacer la demanda presente y futura. Y lo que es peor, la infraestructura para transportarlo tampoco alcanza. Aun teniendo como país vecino a una potencia productora de gas natural, hay cuellos de botella para importarlo y llevarlo a las zonas donde se necesita.

Si alguien tiene dudas de lo que este hidrocarburo representa para el país, debemos recordar las consecuencias de un incidente que, en su momento, pareció aislado y transitorio. En 2013, la economía mexicana registró una desaceleración debido a varios choques, concretamente uno de naturaleza doméstica: el desabasto de gas natural. Según la estimación de Banco de México, en el segundo trimestre de 2013, la escasez de ese insumo redujo en tres décimas de punto el crecimiento del PIB.

El problema es que, ya desde esa época, la alerta de restricción de abasto de gas natural no era una situación aislada. Gran parte de la producción en nuestro país estaba asociada a la explotación de Cantarell y conforme disminuyó la extracción de petróleo en ese campo, también lo hizo la de gas natural. Es por ello que de 2012 a la fecha, la industria ha recibido más de un centenar de notificaciones de interrupciones o reducciones de suministro de gas por causas fortuitas o de fuerza mayor. La incertidumbre sobre la regularidad del abasto de este insumo debilita la capacidad de crecimiento nacional y la competitividad industrial.

En el corto plazo, la única opción afortunada que México tiene para enfrentar el aumento de la demanda es aprovechar el gas barato que produce Estados Unidos. De ahí la importancia de concluir los ductos que están en construcción para poder operarlos. Solo por poner un ejemplo, el gasoducto Sur de Texas-Tuxpan abastecerá a 14 centrales eléctricas y a empresas industriales en las zonas del Golfo y centro del país. Hacia el futuro habrá que sumar más proyectos a fin de que regiones como el sureste mexicano también se beneficien con insumos limpios y baratos para la producción.

En el mediano plazo, México podría incrementar la producción de gas natural si aprovecha el conocimiento geológico que ya se tiene de la Cuenca de Burgos, utiliza las tecnologías ya probadas en Estados Unidos e incorpora a las empresas privadas para que asuman riesgos y aporten el conocimiento y el capital que Pemex no tiene.