Arq. Susana Miranda Ruiz, presidenta del Colegio de Arquitectos de la Ciudad de México.

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El nuevo modelo de crecimiento de la capital, presentado la semana pasada por la Jefa de Gobierno, pondera dos principios esenciales para alcanzar un desarrollo urbano equitativo: la sustentabilidad y la planeación.

Como lo expuso la Dra. Sheinbaum, el desarrollo urbano de nuestra ciudad, al menos en las últimas dos décadas, antepuso la edificación de vivienda sin tomar en cuenta la planeación y, mucho menos, la sustentabilidad.

Se privilegió la edificación de vivienda sin considerar el equilibrio indispensable que requiere una ciudad entre equipamiento, servicios, áreas verdes, infraestructura hídrica, transporte, y demás factores indispensables para hacer un territorio habitable.

No se construyó con orden, ni con metas a corto, mediano y largo plazo para evitar caos, desequilibrio y acentuar las desigualdades sociales.

Hoy, el anuncio del nuevo modelo de desarrollo, genera una enorme expectativa para frenar la anarquía, edificar con visión de largo plazo y para encaminarnos a un desarrollo verdaderamente sustentable.

El viejo modelo en el que creció la ciudad y cuya desaparición fue anunciada, se basó en la libre competencia del mercado salvaje que antepone la ganancia inmediata sobre cualquier otro interés.

Esta inercia de construir una ciudad al albedrío de los intereses de grandes desarrolladores, nos devolvió una metrópoli caótica, insegura, injusta, con graves contradicciones urbanas, violaciones flagrantes al uso de suelo, a vecinos y con riesgos profundos para comunidades enteras.

El reto del nuevo modelo urbano anunciado sigue siendo redensificar y generar desarrollo económico, pero bajo nuevas reglas que vean, primero que nada, por las personas.

La propuesta es edificar vivienda en los corredores preestablecidos, pero con respeto absoluto a los planes parciales de desarrollo urbano de las 16 alcaldías, esto es, sin violar un ápice la vocación del suelo.

El crecimiento económico es imparable, pero ahora el gobierno de la Dra. Sheinbaum plantea que debe estar orientado hacia el bienestar de las personas y anteponiendo la sustentabilidad.

El reto no es menor, se trata de poner por encima de cualquier interés a la gente, pero, sobre todo, de edificar una ciudad viable, que no sucumba en sus propias contradicciones.

Construir una ciudad con futuro, que edifique vivienda para todas las personas, pobres y ricos, que equilibre esa oferta con el equipamiento, los servicios, las áreas verdes, las vialidades, la infraestructura hídrica y de movilidad necesaria.

Las causas del caos fueron muchas, pero la más reprobable fue la corrupción traducida en complicidad, colusión de intereses, ausencia de gobernabilidad y falta de una regulación clara y simplificada.

Hoy, con el Proyecto Sheinbaum, la Ciudad de México tiene una nueva oportunidad de revertir su ruta suicida y encaminarse hacia un orden urbano que ponga por encima de todas las cosas al ciudadano y deseche la corrupción del desarrollo urbano.

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