Futbol y olimpismo cohabitaron en armonía mientras la FIFA no inventó su Copa del Mundo.

Así, en 1930 Uruguay ganó el honor de recibir el primer Mundial al considerársele vigente bicampeón, recordando sus medallas de oro tanto en París 1920 como en Ámsterdam 1928.

Sin embargo, a partir del nacimiento del campeonato avalado por la FIFA, inició una etapa de incertidumbre e indefinición para el futbol olímpico. El torneo se disputaría a cada cuatro años, pero con una bandera de amateurismo que sólo beneficiaba a los equipos del entonces bloque comunista, donde se suponía que el profesionalismo no existía (prueba de ello es que ocho oros consecutivos serían conquistados por cuadros de ese hemisferio entre 1952 y 1980: Hungría tres veces, URSS, Yugoslavia, Polonia, Alemania Oriental, Checoslovaquia; más incluso, apenas una plata y tres bronces se le escaparon a quienes vivían al este de la llamada Cortina de Hierro).

En cuanto los Olímpicos de dejaron de hipocresías y dobles morales, dando la bienvenida a los mejores tenistas y basquetbolistas, además de aceptar que cobrara por su trabajo lo mismo el nadador que el ciclista o el velocista, su futbol entró en una nueva etapa. La FIFA, siempre temerosa de que algo opacara a su nicho, resolvió que europeos y sudamericanos sólo recurrieran a quienes no hubieran participado en Mundiales. Es decir, planteles alternativos.

La solución surgió en Barcelona 1992, con el límite en veintitrés años, y se complementó en Atlanta 1996, con la concesión de tres refuerzos mayores. Eso, más la creciente precocidad para la consagración de jóvenes talentos, terminó por hacer elegibles para Olímpicos a numerosos cracks con nivel para disputar los certámenes abiertos.

Entonces se toparon con el problema del calendario: que justo en el verano en que se suelen organizar estos Juegos, sucede la Eurocopa, además de que los Olímpicos coinciden con el arranque de las ligas. Así, ya en 1996 los españoles debieron decidir encauzar a Raúl (19 años) para Olímpicos y perdérselo para la Euro; por contraparte, los italianos prefirieron tener a Alessandro del Piero (21 años) en la Eurocopa y no en la justa de Olimpia.

Un asunto que salpica a México como al resto de las selecciones. En 2012, Luis Fernando Tena vio saciadas buena parte de sus peticiones y cumplió con acaso el mayor logro en la historia de nuestro futbol. En 2016, Raúl Gutiérrez disponía quizá de una generación todavía más prometedora, mas se atoró en primera ronda con un plantel muy lejano al que debió haber sido.

Concedido el preolímpico a Guadalajara, no puede haber disyuntiva: el Tri tiene que ir con todo por su pase a Tokio 2020 y, ya clasificado, con los mejores refuerzos a los Olímpicos. No habrá certamen continental que nos distraiga y la negociación ha de centrarse en esas semanas.

Los recientes Panamericanos en los que Jaime Lozano no contó con lo mejor posible sino con lo que le cedieron, necesitan servir como ejemplo. Entre el modelo dorado de Londres y el frustrado de Río, ya se sabe cuál ha de replicarse.

Twitter/albertolati

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