La elección del nuevo presidente del Senado fue el último golpe del martillo que terminó con el que se suponía un sólido bloque en la bancada de Morena; al final, la lucha por el poder los evidenció igual al resto de las partidos.

Una maniobra de Ricardo Monreal permitió que la mayoría de los morenistas votaran en contra de la reelección de Martí Batres.

La votación fue 33 votos en contra de la reelección, 29 a favor y dos abstenciones, una de ellas del propio Monreal.

Batres desconoció la votación porque, dijo, en ella participaron los cinco senadores de Encuentro Social, pero no los del Partido del Trabajo, que según él lo apoyaban.

El enojo del aún presidente del Senado fue tal que en un tuit y luego en un video acusó a Monreal de haberlo perseguido y maniobrado para que no se reeligiera.

“Es un político acomplejado’’, dijo.

Fue el mismo tono que usó Yeidckol Polevnsky en las entrevistas que dio para desconocer el proceso y, a manera de revancha, pidió que se votara por un nuevo coordinador de la fracción, cargo de Monreal.

Para citar a un clásico, haiga sido como haiga sido, Monreal le ganó la partida a Polevnsky y grupo que la acompaña.

Varios senadores, entre ellos el empresario minero Armando Guadiana, denunciaron que en los últimos días “habían sido presionados’’ lo mismo por Polevnsky que por Olga Sánchez Cordero para que votaran a favor de la reelección de Batres.

Guadiana dijo que Polevnsky le había ofrecido cargos en el comité estatal de Morena en Coahuila “para su gente’’ a cambio de su voto.

Martí y Polevnsky amenazan con una ruptura en la fracción, exactamente igual que pasaba en el PRD.

Pero esa fractura se ve lejana.

Todos los senadores de Morena saben que no pueden ir en contra de los intereses de López Obrador, con quien se reunirán el 29 de este mes.

Y más les vale llegar ya con las heridas cerradas porque, como están las cosas, el Jefe del Ejecutivo no querrá poner en peligro las reformas que tiene planeadas.

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El presidente López Obrador reconoció ayer que a su conferencia mañanera acuden infiltrados, por llamarlos de alguna manera, que “no son propiamente’’ periodistas y que “siembran preguntas’’.

La graaannn pregunta es ¿cómo es eso posible si para acreditarse como reportero de la fuente el vocero Jesús Ramírez pidió requisitos que rayan en lo ridículo como una “biografía personal’’ y otra del director del medio?

López Obrador aseguró que se ha dado voz a medios “no tradicionales’’, pero la verdad es que esos no tradicionales han resultado paleros.

¿Dónde está, pues, el control del vocero Ramírez para controlar el acceso a los reporteros acreditados?

Es hasta una cuestión de seguridad para el Presidente.

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Con eso de que el país debe ser feliz, feliz, feliz por decreto, está prohibido enojarse.

Quizá por ello la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, decidió que no iba a perseguir a las “activistas’’ que causaron destrozos por millones de pesos en la marcha del viernes pasado, pero sí perseguirá a los agresores de nuestro compañero periodista de Canal 40.

Y mientas eso ocurre aquí estamos todos pendientes de que la Procuraduría de Justicia de la CDMX concluya el caso de la supuesta violación de una joven por policías, hecho que ha sido desvirtuado por videos, pero que fue el origen de las protestas feministas de las que todo mundo habla.

A ver para cuándo.