Martí Batres conoce muy bien las reglas tribales.

Doy un dato del cual fui testigo:

En agosto de 1997, Martí Batres quería ser coordinador de la bancada del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF).

Aunque era presidente perredista ya saben quién, no se sintió con la ascendencia necesaria para imponerse a los Chuchos e imponer a Batres como coordinador.

Además, el futuro jefe de Gobierno del Distrito Federal (GDF) de entonces, Cuauhtémoc Cárdenas, abogaba por la abolición de las corrientes y el ejercicio de la democracia interna.

Por lo tanto, Batres recibió la instrucción de negociar con el jefe de Nueva Izquierda (NI), Jesús Ortega, y juntos acordaron comer en el restaurante Angus de la Zona Rosa.

Ahí se decidió la coordinación del dominante PRD en la capital y los Chuchos le garantizaron la gobernabilidad y todo transcurrió bien, salvo los problemas inherentes a Batres y su tribu.

No fueron causa de Jesús Ortega ni de Jesús Zambrano los escándalos del entonces coordinador y su gente como la sucia Leche Bety vendida a su clientela política.

TRIUNFO SOBRE EL ESTABLISHMENT

Hoy de nuevo Martí Batres está en el escándalo.

Con una agravante:

Como presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República no fue capaz de ganarse el afecto de sus correligionarios y demás aliados electorales del nuevo Gobierno.

Tardía fue la intervención de funcionarios de alto nivel –ayer dimos aquí varios nombres: Olga Sánchez Cordero, Rocío Nahle, por supuesto Yeidckol Polevnsky y varios más- para ganarle afectos.

Ricardo Monreal negoció como ha negociado todo el primer año legislativo y tuvo la mayoría para quitarlo y dar la presidencia senatorial a una mujer, Mónica Fernández Balboa.

Pero en el camino deja el acuerdo político tenido con Acción Nacional (PAN), cuya fracción y su coordinador Mauricio Kuri ya se preparaban para poner una presidenta azul en el primer semestre y luego a un hombre.

Como advertimos aquí hace seis días, los panistas temían una Ley Bonilla, pero no fue necesario: con la ley y el reglamento actual, Morena se dispone a presidir el Senado los seis años.

LOS CHINGADAZOS DE PORFIRIO

1. “No voy a pelear. Yo no peleo”, me dice Porfirio Muñoz Ledo.

Habla cuando está a punto de sumar y sumar.

Ayer recibió el respaldo de tres bancadas para presidir un año más la Cámara de Diputados “y yo les agradecí, como corresponde a toda persona de bien, como soy yo”.

-Mañana me reúno con los de Morena y si me apoyan, yo acepto. Si no, yo seguiré igual.

-¿Cómo?

-Dando chingadazos.

-Y bien dados –lo elogio-. Me gustan los señalamientos puntuales que hace en materia diplomática, a Marcelo Ebrard, en la sumisión con Estados Unidos, en la represalia a los migrantes…

-Así voy a seguir.

El Gobierno está advertido.

2. Ese mismo Gobierno ya escuchó lo esperado de Alfonso Cepeda, dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).

Su gremio se suma a la denominada nueva escuela mexicana porque “sabemos de las presiones de grupos de derecha, de grupos de la reacción, históricamente en contra de los trabajadores de la educación y de la escuela pública”.

Quieren sembrar desconfianza, agregó, y así Cepeda asegura su permanencia estatutaria.

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