Esa afición podía suponer severos problemas, incluso destrozar la vida a quien exhibiera que la profesaba, ser del club Unión Berlín nunca fue fácil.

Por ello resultó tan emotivo como simbólico que, en su debut en esa Bundesliga a la que ha ascendido por primera vez, sus seguidores salieran a las gradas enseñando imágenes de fanáticos que no vivieron para presenciar ese milagro.

El abuelo, el tío, el amigo, el viejo, toda persona que amó esos colores y, por hacerlo, bien pudo condenarse, perder el empleo, verse asediado, dejar de recibir la habitual cartilla para recoger raciones de comida, convertirse en un paria del Estado.

Todo eso padeció durante la Guerra Fría el Unión Berlín por haberse atrevido a jugar sin pertenecer al régimen en un esquema político que obligaba a que todo formara parte del mismo. Era la República Democrática Alemana, alineada con la Unión Soviética y furibunda en su paranoia anti capitalista.

Al este del Muro de Berlín, el temible aparato de inteligencia (la Stasi) se interesaba en conocerlo todo de cada ciudadano, siempre sediento de hallar traidores. En ese todo se incluía descubrir la afición deportiva de cada cual, asumiéndose la devoción por el Dynamo de Dresde como muestra de ser un buen comunista y no defraudar el legado de Marx; más aun cuando el Dynamo fue mudado a Berlín, operado ya por la Stasi y apoyado en las gradas por su siniestro líder, Erich Mielke.

Igualmente aceptable, pero menos, era enamorarse de uno de los equipos que en el nombre revelaban la filiación obrera: Energie-Cottbus (Industrias energéticas), Lok-Leipzig (Empleados ferroviarios), Chemie-Halle (Laboratorios químicos) o Motor Mitte Magdeburg (producción de motores).

Caso opuesto, gritar un gol del Unión implicaba desafiar a las autoridades y buscarse problemas, esa entidad no era aplaudida, sino sufrida. En un contexto en el que nadie publicitaba su disidencia, acudir a su estadio equivalía a eso. Y por ello mantuvo un sello tan indeleble, por mucho que apenas ganó una copa: los títulos eran lo de menos.

Su primer rival fue el único equipo ubicado en la extinta Alemania Democrática que se ha conservado en Bundesliga y hasta metido a la Champions, mas desde el opuesto a los enterrados ideales comunistas: propiedad de la multinacional Red Bull, sin apego a tradición alguna, este Leipzig sólo comparte con el de antaño la ciudad.

Por ello, después del homenaje a quienes no vivieron para ver al Unión Berlín en Bundesliga, vinieron minutos de silencio en sus gradas, como protesta al mercantilizado futbol que el RB Leipzig representa: olvídense del arraigo, ahí habla el dinero.

Cuando el Unión salta a la cancha, la prioridad son los ideales…, aunque en tan esperado debut haya perdido 4-0, en esa pasión resulta de enésima relevancia a qué portería le da por meterse a la pelota.

Twitter/albertolati

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